El Princesa de Asturias premia a Carlos Sainz, el piloto que ha batido hasta a la mala suerte

Hay pocas imágenes más descorazonadoras en el deporte que aquella de Carlos Sainz y Luis Moya parados a 500 metros de la meta en el Rally de Inglaterra de 1998. Les valía con cruzar la meta para proclamarse campeones del mundo por tercera vez, pero su 'Toyota Corolla' dijo basta justo en la orilla. «¡Trata de arrancarlo! ¡Trata de arrancarlo, Carlos! ¡Trata de arrancarlo! ¡Trata de arrancarlo, por dios!».

Los gritos desesperados de Luis Moya, copiloto de Sainz, mientras rociaba con un extintor el automóvil son historia del automovilismo. La mala suerte parecía a rebufo del madrileño. No se rindió. Dejó el mundial y, tras una jubilación temporal, se metió en la aventura del Dakar. Chocó una y otra vez contra la arena y el infortunio. Continuó. Y se ha convertido en el dueño del desierto a su edad de prejubilado. «Ya no se puede decir que tengo mala suerte», repite. Cierto. Lleva tanto tiempo al volante que la ha dejado atrás.

Nació en una clínica madrileña de la calle Claudio Coello para ser deportista. Esquí, tenis y, sobre todo, fútbol, su pasión. Con el tiempo llegó a ser candidato a la presidencia del Real Madrid. Ganó un título nacional de squash, practicó el atletismo y también el boxeo. Pero cuando tenía once años, su hermana mayor, Carmen, compró un 'Seat 600'. Dejó que el chaval probara la sensación del volante. Ya estaba atrapado. Comenzó a coleccionar coches en miniatura. En cuanto pudo empezó a derrapar con un viejo 'Dauphine'. Trazaba bien. Dominaba el vértigo. Era lo suyo.

Mientras estudiaba Derecho adquirió por su cuenta el oficio de piloto, de mecánico de coches. Y en 1985, al mando de un 'Renault 5 Maxi Turbo', le ganó por un segundo a Salvador Serviá, una prueba del Rally Vasconavarro. La primera de tantas victorias hasta su retirada en 2004. Fue el primer piloto no nórdico en ganar el Rally de los 1000 Lagos, en Finlandia. Entre sus triunfos figuran tres en el Rally de Montecarlo, tres en el Rally Acrópolis y uno en el Rally Safari.

Le apodaron 'El Matador'. Se cortó la coleta en 2004 . «He decidido dar un cambio en mi vida y poderme dedicar un poco más a mi familia después de dieciséis años corriendo el campeonato del mundo. Creo que es un buen momento para dejarlo aunque me ha costado mucho tomar la decisión por lo mucho que también sigo disfrutando en las carreras», explicó en una multitudinaria rueda de prensa.

«Ayer me dijo mi hija que no sabe montar en bici... y tiene seis años», contó emocionado. «No sé lo que haré porque no he cerrado las puertas a ninguna colaboración esporádica. Lo que sé es que no voy a estar nunca inactivo, eso es imposible. Tengo demasiada energía dentro», confesó. Y así fue. Recibió la llamada del desierto.

Sus hijos crecieron. Uno de ellos, Carlos, es ya una estrella de la Fórmula 1. Sainz sintió que tenía que canalizar toda esa energía y se lanzó a la aventura del Dakar. «En mi vida he hecho las cosas con mucha pasión, al cien por ciento y quizá haya sido mi secreto». Eso, la constancia y su infinito carácter competitivo. Con 11 años notó el tacto inicial del volante y con 58 viene de ganar la última edición del Rally Dakar. Ni la mala suerte ha podido seguirle tan lejos.

Los Premios Princesa de Asturias coronan su carrera. El año pasado la galardonada fue la esquiadora estadounidense Lindsey Vonn, campeona olímpica y doble oro mundial. En la lista figuran, entre otros, la selección masculina de rugby de Nueva Zelanda (All Blacks), el triatleta Javier Gómez Noya, los hermanos Pau y Marc Gasol, el Maratón de Nueva York, la selección española de fútbol, Rafael Nadal, Michael Schumacher, Severiano Ballesteros, Serguey Bubka, Sebastian Coe, Miguel Induráin, Haile Gebrselassie, Carl Lewis, Reinold Messner, José María Olazabal y Arantxa Sánchez Vicario.