Diferentes instantáneas de una prueba seguida por miles de espectadores y con un alto nivel deportivo rafa gutiérrez y jesús andrade
Ambiente de gala

La Vitoria más universal vibra con los superatletas

La ilusión de los deportistas populares y sus grandes gestas personales reinan en la fiesta mundial por las calles del centro urbano

Domingo, 10 de julio 2022

A las 6.00 de la mañana, como si fueran inmunes al madrugón, los 2.000 participantes del Ironman Vitoria, evento patrocinado por EL CORREO, se iban montando en los autobuses que les llevarían desde la calle Luis Heintz hasta el pantano de Ullíbarri Gamboa. ... Caras despiertas, de tensión y sonrisas cómplices con sus familiares. «Disfruta, hoy es tú día», animaba Greame Brown a su pareja británica Cloe Stoult. Siete meses de preparación para tachar Vitoria de su lista de triatlones de larga distancia.

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El estampido de la bocina para dar la salida a los profesionales aumentó las pulsaciones a la orilla del agua. Abrazos, choques de manos, nervios… también en los acompañantes. Nadie como ellos saben todo el sacrificio que conlleva cada una de las pequeñas y grandes gestas logradas a base de esfuerzo como la del polaco afincado en Barcelona Patryk Sebastian Knap. Hace tres años se rompió el fémur y al final de la recuperación tuvo un ictus. «Estar en la salida ya es una victoria», certifica.

Mientras Wurf volaba sobre su bicicleta por la Llanada Alavesa, los vitorianos eran mayoría en la transición de Olaguíbel. «Me alucina ver cómo transforman el centro», decía Javi Muñoz con su hija acobardada entre las piernas. Más fascinado estaba aún el marroquí Álex Qacheqar, afincado en la ciudad desde hace una década. «Hacer un Ironman es mi sueño». Entre numerosas camisetas del Alavés y el Baskonia destacaban las conmemorativas de color rosa que portaban Nuria, Miguel y los pequeños Carla y Álvaro, procedentes de La Bañeza (León) para apoyar a su tío David Rodríguez Aparicio. «Es socorrista, no se dedica a tiempo completo a esto y quiere acabar alrededor de las diez horas».

Triatlón para ligar

En la parte alta de la calle Herrería esperaba el 'club de fans' del francés Guillaume Gieve. Marianne, su marido brasileño, y sus hijos Rafael y Sofía portaban una pancarta de apoyo. «Empezó hace diez años y ahora entrena con Manon Genet, la subcampeona del mundo. Ella le recomendó venir aquí», relata la gala, que provoca un estruendo cuando aparece su amigo.

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Ya en Diputación, al lado de una familia colombiana de visita en la ciudad, Nina, Rodrigo y Miguel preparaban una pancarta improvisada con dos churros de piscina y una tela. Su padre y marido Nuno Julio, procedente de Lisboa, cumple 50 años esta semana y realizaba su primera Ironman. Con el mismo orgullo narraban los británicos Kam Mullen y su hijo pequeño Micheal las andanzas de Steve.

Todos destacan la comodidad de una ciudad que conoce bien la madrileña Nieves Ledo, ganadora del 'half' celebrado en 2014. En brazos sostenía a Miguel, el tercero de sus hijos. «Estamos esperando a mi novio Héctor Monterrubio, que se metió a triatleta para ligar conmigo y ahora va por su sexto Ironman», sonreía junto a sus suegros.

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En la calle Postas buscaba donde cambiarse Imanol Rekalde. Iba segundo de los no profesionales en el kilómetro 52 de la bici, pero su cuerpo dijo basta. «El estómago no me admitía comida, los watios han ido bajando y cuando me he parado en la sombra, me he bajado temblando. No me he adaptado al calor», decía el pamplonés, que bajó en bici hasta Vitoria. Resignado, pero no alicaido. «El año pasado me clasifiqué aquí para ir a Hawái y estoy muy ilusionado. Es una pasta pero merecerá la pena», sostiene el navarro de 26 años, socorrista también y monitor tras acabar este año las carrera de INEF.

Ya los alrededores de la Plaza de España, abrasados por el sol, se formaron varios pasillo de afición entregada. Los puntos de animación tenián su público, pero no podían competir contra portales, garajes o entradas a comercios, cuyo frescor se agradecía en un ambiente con 35 grados al sol.

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En las gradas de meta esperaban los neerlandeses Meryn, Sellan y Maimoena la tardía llegada de su padre Huub Smid, de 61 años. «Está loco pero le queremos así», se resignaban poco después de que Kastelein levantara los brazos. Tras la valla, su amigo Jan. «Estoy yo más emocionado que él». A su lado, los padres del segundo, Cameron Wurf. «Van a tener que poner 200 kilómetros de bici», bromeaba Tom, para que aumenten las opciones de su hijo. Solo un ganador y 2.000 campeones procedentes de más de 70 países.

1.300 participantes sin dorsal dispuestos atodo para que nada falle

El Ironman es un macroevento que generó a Vitoria 20.000 pernoctaciones las últimas tres noches. Un espectáculo deportivo que se explica mejor con cifras. En torno a 1.300 miembros de la organización divididos entre el operativo ciclista (260), avituallamientos (400 personas), voluntarios (350), jurado, proveedores, montadores y los speakers. Todos con funciones muy concretas y distribuidos por sectores, pero dispuestos a improvisar y hacer de todo en beneficio de los atletas y aficionados. Desde abanicar con este periódico a Víctor Arroyo a su extenuante llegada a la meta como hacer la silla de la reina al danés Tobias Dahl Thomsen, de 24 años, al que se le subía todo tras completar en buena posición su primer Ironman. Otros tuvieron que salir retirados en camilla por un golpe de calor. Con más filosofía se tomó el abandono el navarro Imanol Rekalde. «El estómago no me admitía la comida y cuando me he bajado de la bici, temblaba. Me ha faltado aclimatarme pero el año pasado me clasifiqué aquí para ir a Hawái y estoy muy ilusionado».

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