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J. A. P. Capetillo
Jueves, 23 de noviembre 2023
Hace poco más de un mes, el rostro que mostró Kristian Quintans (35 años) en la llegada a la línea meta tras imponerse en el Ironman de Gandía reflejó una mezcla de indisimulada emoción, alegría inmensa, sueños cumplidos y enorme esfuerzo. La exigente prueba ICAN ... Triathlon Gandía tuvo como vencedor al bilbaíno con un tiempo de 8 horas, 23 minutos y 34 segundos -el mejor tiempo de un atleta vizcaíno en un Ironman- (3,8 kilómetros de natación, 180 de bicicleta y correr un maratón). El triatleta, integrante del equipo del Club Deportivo Bilbao no es, sin embargo, un profesional de esta modalidad, a la que se entrega siempre que dispone de tiempo después de su trabajo de reponedor en la frutería de un supermercado en el barrio de San Ignacio. Compagina cada día los entrenamientos del máximo nivel con su ocupación laboral. «Ganar una carrera así es lo mejor que he hecho», indica. Ha sido también tercero en el Campeonato de España en 2019, en el triatlón de larga distancia en Salamanca. Y en el Bilbao Night Marathon, en 2021, quedó cuarto. Este año se ha clasificado tercero en el Campeonato de Euskadi en Getxo, y en el de media distancia en Vitoria fue cuarto, entre otros buenos resultados.
Quintans llegó a Gandía con la tranquilidad de haber hecho todo lo que estaba en sus manos… y en sus piernas. Se preparó para estar en el mejor punto de forma y con ganas de sacar adelante todo el trabajo previo. «Para mí, el deporte lo es todo, es lo que me hace feliz y me ayuda a cuidarme el día a día. Hay que tener disciplina y llevar una vida centrada y organizada. Trabajo de lunes a sábado y como solo puedo librar unos pocos sábados al año me cuesta ir a más carreras, porque ahora la mayoría las programan ese día», descubre Kristian Quintans.
Abrazo inolvidable
Aquella jornada de su mejor triunfo tuvo la suerte de que sus padres pudieran acompañarle. «Nos fundimos en un abrazo. Ellos también sabían lo que esa carrera significaba para mí y que no había tenido un año fácil para llegar hasta allí. Si te digo la verdad, me estaban gritando y ni los vi. Cuando me quedaban 30 metros solo veía la meta. Y estaban a mi lado», detalla. Cuando levantó la cinta vio a sus padres y le asaltó una emoción terrible. «Me han visto en el día a día y vivirlo con ellos, para mí, fue mejor que haber ganado la carrera», subraya.
Quintans derrocha ilusión, «quitando tiempo a mi familia y dejando de estar con mis padres, hermanos y sobrinos», expresa. Entrena, por lo general, todos los días. Este año recuerda que solo ha descansado dos jornadas y porque estaba enfermo. En bicicleta suele ir por Vitoria, Gernika o Castro. Y los entrenamientos más importantes para la señalada cita de Gandía fueron por la carretera nacional hasta Durango. Necesitaba terreno llano.
Buenas sensaciones
Desde que se despertó y empezó el calentamiento tuvo sensaciones muy buenas. «Desayuné después de calentar y me dirigí a la zona de transición para preparar todo. Cuando me di cuenta estábamos en el puerto para lanzarnos al agua. En la salida intenté salir fuerte para coger a algún grupo, pero cuando quise darme cuenta me había quedado. No sabía cómo iba, ni si estaba nadando bien. Al salir del agua me dijeron que iba el sexto a menos de seis minutos del líder», rememora. Así que había conseguido salvar los muebles en el sector que peor se le daba. Cogió la bicicleta y enseguida se puso tercero. Ya tenía la carrera donde quería. En el primero de los puntos de giro recortó tiempo a los líderes. Las cosas iban bien. Hasta que antes del kilómetro 100 dio caza a los dos primeros. Una vez se puso primero, decidió subir el ritmo para abrir hueco y «que no pudieran seguirme, para llegar a la última transición con más de cuatro minutos de ventaja. Una vez ahí, me lo tomé con un poco de calma para no tener sustos durante la carrera a pie, que ese sí es mi punto fuerte», sostiene un atleta al que se le puede ver entrenando cada día por la ciudad.
Sacrificio
Observó que había abierto hueco, por lo que decidió mantener ese ritmo. «Sabía que iba más fuerte de lo que debía, pero viendo que cada vez tenía más ventaja esperaba que los rivales se vinieran abajo y así controlar la diferencia. Al terminar la segunda de las seis vueltas, y viendo que tenía ocho minutos de ventaja, bajé el ritmo y gestioné la ventaja. Según pasaban los kilómetros, la diferencia crecía. Cuando quise darme cuenta estaba en la última vuelta. No se me podía escapar la carrera. Llegué a la recta de meta y me emocioné. Todo el trabajo y sacrificios de los últimos meses daban sus frutos y disfruté al máximo en esos últimos metros», dice con satisfacción. Ahora, a corto plazo, Quintans correrá pruebas populares como la Santurce a Bilbao, la San Silvestre bilbaína y «a partir de ahí calma y a organizar el próximo calendario», concluye este gran campeón en la sombra
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