Para este corredor de fondo, el maratón se ha convertido en una forma de vida con la que ha conseguido involucrar a toda su familia, su esposa y sus tres hijos -Paula, Elena y Jorge-, y viajar por todo el mundo. Manuel Casas nació hace ... 44 años en Castellón aunque se siente madrileño. Fue en esta ciudad en la que, con 18 años, debutó en un maratón sin ser consciente de que después vendrían otros 159 más. Ha alcanzado la meca de todo maratoniano, completar los Six Majors, con el privilegio de saborear la magia de ciudades como Nueva York, Tokio, Londres, Berlín, Chicago y Boston. «El primer maratón lo hice con mi padre. Madrid es duro. El 160 también lo completé donde empezó todo», explica este ingeniero industrial.
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Desde hace siete años, la dinámica es realizar uno cada mes y compartir esta locura al lado de su familia. «Mi mujer y mis hijos son mi mejor equipo», añade emocionado. Metódico y constante, su rutina le lleva a completar 120 kilómetros semanales como mejor entrenamiento. «Me levanto temprano, hacia las siete de la mañana, y corro. Es mi preparación», explica. Habitual en varias ediciones del Maratón Martín Fiz, conoce bien la capital alavesa, pero nunca pensó que la cita ya habitual del mes de julio, el Ironman, entrara en sus planes deportivos. «Fue mi hermano que también ha hecho triatlones quien me animó. Si eres capaz de correr maratones, un Ironman puede estar al alcance. No todo es correr y correr, me decía», relata.
Honesto y sincero, reconoce que en la edición del pasado año, se presentó con los deberes sin hacer. «Me inscribí pensando que el fondo que tengo de los maratones me serviría. Apenas había nadado y la primera tirada larga encima de una bicicleta la hice precisamente en el Ironman de Vitoria. Pero en el kilómetro 170 los calambres me empezaron a pasar factura. De hecho, una cuesta la hice andando», recuerda.
Finalizó los 180 kilómetros con alegría, celebrándolo con su familia y dispuesto a afrontar su segmento, la carrera a pie, consciente de que el reto estaba más cerca. «Pero unos jueces me dijeron que no había pasado el corte. Me quedé a muy poco. Creo que mi tiempo era 9:11.04 y el corte era 9:10. Ver llorar a mis hijos porque su padre no iba a ser un 'ironman' se me quedó grabado», recuerda. Lejos de arrugarse y darse por vencido, el gusanillo del objetivo inconcluso es lo que le ha dado alas para repetir, convencido que esta vez, cruzará la meta de la Plaza de España exultante.
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«Tengo 160 maratones pero al Ironman hay que tenerle respeto. Me he preparado algo más. Soy sincero, la bici es mi hándicap. He hecho mucho spinning y sé que no es lo mismo. Pero creo que soy más consciente en cuanto a los registros de corte y no perderé tanto el tiempo en los avituallamientos. La experiencia del año pasado me ha servido», añade.
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