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El claqueteo de los tacos sobre el cemento resuena en la tribuna del polideportivo de El Fango. Por las gradas asciende una niña con la camiseta rojiblanca del Universitario Bilbao -el 'Uni'- y una bolsa de deporte a la espalda. «Lo que habré 'recibido' ... jugando a rugby... Pero nunca me quejé», le dice un exjugador a otro, ambos atentos a los movimientos de los niños sobre el césped artificial.
El entrenamiento ha comenzado a las 18.30 bajo la supervisión de tres monitores muy especiales; tres jugadores del 'Uni' senior -ascendido a segunda división- que colaboran con los equipos inferiores del club (suman 480 licencias másculinas y femeninas) y difunden el rugby los colegios e ikastolas de Bizkaia. Hasta ahí todo es normal; sólo que no hablan español ni euskera, sino inglés y entre ellos afrikaans. El primero que se acerca es Chrizaan Strauss, de 21 años, llegado desde Pretoria, capital de Sudáfrica, que juega de primer centro. Lo acompañan el pilier Johan Van Staden, de 21 años, de la misma procedencia, y el zaguero Jarian de Klerk, de 22, que vino de Stellenbosch, en la provincia de Western Cape. Falta el pilier Mattheuw Fluks, de 21, paisano de Jarian, que no ha acudido a El Fango por una lesión.
«En los colegios de Sudáfrica, los niños empiezan con al rugby desde muy pequeños», empieza De Klerk. «Nos sorprende que aquí se inicien tan tarde, cuando han cumplido 15 años». De esas palabras se deduce que en los entrenamientos infantiles ya se percibe la distancia entre las potencias del rugby -las del grupo Tier 1- y las del escalón inferior -Tier 2, en el que está España. «En Sudáfrica ponemos más intensidad, los ejercicios son distintos, trabajamos la táctica», resume el zaguero.
Van Staden y Strauss jugaban en los Naka Bulls y es su primer año en la capital vizcaína, mientras que De Klerk y Fluks competían en el Maties y desembarcaron en el 'Uni' la temporada pasada. Su mayor aportación al equipo senior es la visión de juego, pero su viaje a Europa es más que una aventura deportiva; es una peripecia vital que ha sido posible gracias a la red de amistades que le dan rugby un sello particular, y también a las conexiones entre clubes y escuelas de uno y otro hemisferio. Así fue como De Klerk y Matthew cambiaron de aires después de haber conocido a muchachos del 'Uni' que visitaron Stellenbosch un verano. «Cuando el 'Uni' pidió jugadores -recuerda De Klerk- me apunté porque era una oportunidad».
A Strauss y Van Staden, en cambio, los animaron compatriotas que habían conocido la capital vizcaína. «Buscábamos la forma de ir a algún sitio, y la primera opción fue ésta», relata Strauss. «'Franna' (Francois Engelbrecht, que jugó en el 'Uni') nos aseguró que Bilbao era un buen sitio. No tenemos planes, sólo coger experiencia. Vivimos el presente».
Los surafricanos esbozan una sonrisa cuando les enseñan una camiseta verde con el cuello amarillo. Se ha empapado en el césped y tiene un corte holgado, diferente de los ceñidos maillots actuales. «¿Esa camiseta es de la época de Francois Pienaar?», pregunta Strauss, en alusión al capitán de los Springboks (selección de Sudáfrica) que ganaron la final de la Copa del Mundo de 1995 contra los All Blacks, con Mandela de anfitrión y presidente. «Es la zamarra del Mundial de 1999», le responden. «La de los Springboks capitaneados por André Vos que derrotaron a España 47-3 en Murrayfield. Jugaron los vascos Aitor Etxeberria, Oscar Astarloa, Aratz Gallastegui y Fran Puertas».
Strauss escucha con interés. Tenía un año, y habían pasado seis desde que el apartheid fue abolido oficialmente en Sudáfrica. Los negros identificaban a los Springboks con la segregación, pero Mandela los preservó para ganarse a los afrikaners. En octubre y noviembre pasados, en el Mundial de Japón, volvieron a utilizarlos de argumento para cohesionar al país, del que los expatriados del 'Uni' son exponentes. «En los colegios adonde vamos nos hacen preguntas sobre Sudáfrica, la historia, nuestro rugby... Nos encanta. Es un orgullo», asegura Johan Van Staden.
Aunque es cierto que a la generación de Johan el pasado le empieza a quedar distante. «Long time», dice De Klerk cuando evoca la gran victoria de los Springboks de 1995. Pero el espíritu de esa selección perdura. «Allí todos quieren ser jugadores profesionales y jugar alguna vez en ella», asegura De Klerk. El secreto de ese equipo es «la pasión y la dedicación», subrayan los sudafricanos del 'Uni'. «En la selección están unidos y se nota. Trabajan y van juntos, con el país detrás, apoyándolos».
Esos conceptos de compañerismo y tenacidad es lo que Chrizaan, Jarian, Johan y Mattheuw tratan de inculcar a los niños en Bilbao y Bizkaia. «Para elevar el nivel hay que trabajar la base, los colegios», subraya Van Staden. «Hay que dar a conocer el rugby. No sólo practicarlo, sino que hacer se vea. Cuando visitamos los colegios, descubrimos que muchos chicos ni siquiera saben qué es ese deporte. Si no lo conocen, ¿cómo pretendemos que lo practiquen?».
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