Rugby para reinsertar a 65 presos de las cárceles de Bizkaia y Álava
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El Gaztedi vitoriano y el Getxo utilizan este deporte como fórmula para ayudar a los reclusosDel rugby se suele decir que es un deporte de bestias jugado por caballeros. También que va mucho más allá del mero afán competitivo, impregnado hasta los huesos del componente social y humano que lo hace diferente, único. Ese deporte en el que el mítico ... tercer tiempo, la confraternización posterior entre ambos equipos, importa tanto como el partido en sí. Por eso, lo que para muchos es imposible, en el rugby solo se convierte un desafío más. Como intentar derribar los infranqueables muros de una cárcel –sobre todo, los mentales– a base de ensayos y melés.
65 internos de los centros penitenciarios de Álava y Bizkaia buscan su redención por medio del oval. Los programas 'Reeducación a través del deporte', en el caso de Zaballa, y 'Rugby como transformación social', en el penal de Basauri, persiguen desde hace años la transformación de una realidad tan delicada como la que se vive en las cárceles. «Estas actividades son complementarias al trabajo, al estudio, a la formación laboral y a los programas de tratamiento», explica el director de Justicia del Gobierno vasco, Eugenio Artetxe. Que el rugby sirva como inicio de una nueva vida.
65 Internos participan
Entre las cárceles de Álava y Bizkaia
En Bizkaia, es la asociación Bitartesport la encargada de implementar su programa en colaboración con el Getxo Rugby Taldea. «Se realizan entrenamientos de una hora de duración semanal con el grupo de presos en el patio del centro en los que a través del deporte, el juego y el uso del balón se trabajan los valores sociales y relacionales de una manera consciente», ilustra el responsable de la iniciativa, Xabier Armentia. Una quincena de internos participa con asiduidad en la iniciativa, que también «reporta bienestar personal y hábito saludable, lo que ayuda a canalizar las pulsiones y estrés».
En 2016 surgió su homólogo alavés. Ahí se aliaron el Gaztedi Rugby Taldea y una de sus jugadoras, Ainhoa Belakortu. Entonces estudiaba un grado superior de Técnico de Integración Social y propuso un proyecto en el que combinaba esos estudios con su pasión, el rubgy. Entrenamientos con mujeres y hombres en semanas alternas inspirados en los que ya celebraban en otras cárceles, sobre todo latinoamericanas. Ahora, detalla Belakortu, hay momentos en los que se realizan actividades mixtas. Hasta 50 personas están inscritas en el proyecto y 40 de ellas participan con asiduidad. «Hay gente esperando para poder entrar; la verdad es que la acogida que hemos tenido siempre ha sido muy buena», se congratula.
Como ejemplo de su éxito, el caso del navarro Karlos Igari. «El rugby ha salvado mi vida», aseguraba en 2018 a EL CORREO, cuando cumplía condena en el penal alavés. Entonces ya era una parte activa del proyecto. Incluso, su evolución positiva le llevó a competir con el filial del equipo vitoriano. Fuera de los muros de Zaballa. «No olvidaré mi primer partido. Entrenar y competir me permitió evitar otros ambientes, otras compañías. El rugby me ha hecho madurar junto a mi equipo. Es gente que no te pide nada. Cooperan y ya está. Era la primera vez que alguien se preocupaba por mí. Nadie lo ha hecho en mi vida, salvo mi madre. La plantilla son mis amigos», relataba entonces.
Karlos Igari
Participante, en 2018, de la iniciativa
No es el único que se ha mantenido ligado al deporte gracias a una iniciativa celebrada por muchos, a los que permitió romper con una dinámica delicada. Sus responsables lograron incluso que los presos salieran al exterior para entrenar y jugar en varios momentos. Aunque la pandemia congeló los planes, que poco a poco están retomando. En septiembre volvieron los entrenamientos dentro de la cárcel y ahora esperan «asentar el grupo» para retomar la iniciativa de regresar al exterior. Mientras, el oval, entre melé y melé, sigue rompiendo barreras.
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