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Después de 20 años como jugador profesional y siete en los banquillos, Iker Romero ha logrado un gran hito tras lograr ascender al modesto Bietigheim a la meca mundial, la Bundesliga, «la NBA del balonmano», define el vitoriano. A sus 43 años, es el primer ... gran éxito como entrenador de «aquel chico de Corazonistas» que se forjó como el mejor del mundo en su posición, engordando un palmarés exitoso por clubes y con la selección española, con la que se adjudicó el Mundial de Túnez en 2005 o el bronce olímpico en Pekín. La leyenda continúa agrandándose.
- ¿Sigue en la nube después de lograr ese ascenso a la Bundesliga?
- En la nube ya no estoy. Sí que los dos primeros días, después de lograrlo, fue de mucha intensidad. Para nuestro club y para nuestro pueblo ha sido algo increíble. Llegar a la mejor liga del mundo es algo que, en estos momentos, es muy complicado. Muchos equipos lo intentan con buenos proyectos y, al final, no lo consiguen. Desde ya estamos centrados en los dos últimos partidos que nos quedan para concluir la liga, aunque ya hayamos conseguido el reto principal. Ahora tengo mucha más calma y disfruto más de lo conseguido.
- ¿Cómo le llegó la oportunidad de entrenar al BBM Bietigheim?
- Estuve cuatro años como segundo entrenador de Carlos Ortega en el Hannover-Burgdorf entre 2017 y 2021. Aprendí mucho. En mi último año quise dar el paso como primer entrenador. Tuve dos o tres opciones de proyectos pero al hablar con el Bietigheim y ver el club, consideré que era el lugar ideal. Un proyecto a medio-largo plazo que no me iba a generar la presión de intentar subir el primer año, donde podía ir construyendo un equipo con nuestras condiciones.
- ¿Tenía en el ADN marcado que acabaría siendo entrenador?
- Tenía pensado seguir con el balonmano. Hice un máster de gestión deportiva en Madrid durante un año, además del curso de entrenador. Lo que sí tenía claro es que quería seguir en el deporte de élite y, a ser posible, en el balonmano. Lo que sí viene en mi ADN es que en el momento que tomo una decisión y comienzo, intento hacer lo máximo posible para conseguirlo.
- ¿Cómo fueron esos dos años tras su retirada en 2015? ¿Fue una transición fácil hacia su nueva vida?
- En mi caso, fue encantadora y buena. Llevaba 20 años como jugador. La gente habla de los éxitos y de lo bien que me fue, pero también tuve muchas lesiones y acabé cascado de la rodilla, el cuerpo...Para mí, retirarme como jugador fue más un alivio que una desgracia. En esos dos años, sobre todo el primero, me lo tomé de descanso, de hacer las cosas que no había podido hacer como jugador: viajar, cazar, estar con la familia, con mi padre... Durante el segundo, empecé a formarme como entrenador.
- ¿Sigue de cerca la Escuela que lleva su nombre en Vitoria?
- El mérito lo tienen los entrenadores de Corazonistas, que están en el día a día. Diego (Martínez de Antoñana), Altuna, Acha... Son las piezas principales. Sin ellos, el balonmano en Vitoria no sería nada. Estoy orgulloso de echar una mano. Espero estar con ellos cuando vaya a Vitoria en unas semanas.
- ¿Necesita la capital alavesa un equipo de balonmano en la élite?
- Respeto esta opinión y os doy la razón en muchas cosas cuando se habla de poder tener en Vitoria un equipo en la Liga Asobal. Pero tengo los pies en el suelo y la cabeza fría y también pienso la otra parte, que el balonmano en Vitoria podría haber desaparecido y no es así. Las dificultades son las que hay. En nuestra ciudad el fútbol y el baloncesto tienen equipos en la élite y soy el primero como vitoriano que se alegra de los éxitos del Alavés y del Baskonia. Pero también estoy orgulloso de clubes como el Corazonistas, con equipos de chicos y chicas en diferentes categorías que mantienen la ilusión por el balonmano. Tenemos que dar el valor que tiene.
- ¿Qué ha cambiado del Iker Romero que se marchó de Corazonistas con su primer contrato a Valladolid, al actual como entrenador?
- Han pasado 30 años. Tengo menos pelo y ando peor porque estoy medio cojo (risas). Por el camino, un millón de experiencias vividas por el camino, de las que el 90% han sido increíblemente buenas y el 10% habrán sido menos buenas, pero siempre aprendiendo de ellas. Y ahora con ganas de seguir dando guerra. No he cambiado demasiado.
Siempre presume con orgullo de ser vitoriano pero su adaptación a la vida en el país germano ha tenido fases. «Es verdad que en cuanto a hábitos, me costó más adaptarme en mis primeros años como jugador en Berlín, pero hablo un buen alemán porque mi mujer y mis hijos son alemanes», confiesa. Su pareja es la exjugadora germana Laura Steinbach, que forjó también una gran carrera profesional en diferentes clubes germanos y que, a raíz de su relación con Iker Romero, llegó a militar en el Zuazo vizcaíno y en el Granollers.
Romero y Steinbach forman una familia con el balonmano por bandera, ya que los dos hijos de la pareja, pequeños aún, empiezan a dar sus primeros pasos. «De tanto ver y oír hablar de balonmano, pues casi que era inevitable. También hacen natación y fútbol. Están probando de todo, que es lo que tienen que hacer a estas edades», comenta el alavés. Afincandos en Bietigheim, una pequeña localidad al sur de Alemania de 42.000 habitantes, viven en un entorno tranquilo, en un país donde, «en cada esquina te encuentras canchas de balonmano. Lo raro es ver campos de fútbol o baloncesto», apunta Romero.
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