Lazos de sangre: las tres parejas de hermanos que remarán con Kaiku en La Concha

Ander empezó a remar con 13 años para «perder peso», casi lo mismo que David, que «quería ser ciclista pero me dijeron que tenía la espalda grande y era muy gordo, y, además, la bici era muy cara». Sabiñe y Maialen, por su parte, quisieron emular a sus hermanos mayores después de verles en regatas, y Lucía, que había pasado por Santurtzi, se apuntó en Kaiku siguiendo los pasos también de su hermano David.

Los inicios no fueron los soñados en algún caso. Ander recuerda que «no te esperas lo que te va a venir, es progresivo», y David se aburría «las primeras semanas, era siempre lo mismo, era tirar de un palo, pero luego vas haciendo cuadrilla...». Xabier cree que entonces «atraían más los amigos que el deporte en sí», y su hermana Maialen concuerda con todos en que «la competición es lo que te engancha».

Las regatas y las salidas a campeonatos dulcificaron la dureza de una disciplina muy exigente. El remo «enseña muchos valores para la vida», sentencia Maialen, a pesar de que «hay que renunciar a muchas cosas». David incide en que «entrenamos de lunes a domingo, y cuando los demás están durmiendo tú tienes que bajar a las ocho de la mañana. Y no es 'acabo el partido y me voy a casa', no, no. Tienes que limpiar el bote y meterlo en la balda. Si se rompe, a arreglarlo». Maialen insiste en que su deporte «es sufrimiento, pero también capacidad de superación y vivir en equipo. Te enseña a planificarte porque en verano primero es el remo y luego el resto, como salir o estudiar».

La perseverancia de los tres clanes familiares les ha llevado este año a disputar La Concha, «lo más en las traineras». Un sueño hecho realidad. Los chicos acabaron sextos en la primera jornada por delante de Getaria y Cabo Cruz, «cuando nadie daba un duro por nosotros», y las chicas han alcanzado la gran cita tras un año complicado por la marcha en invierno de algunas bogadores del bote que la campaña anterior se alzo con el título de campeonas de la Liga ETE.

Las verdinegras componen la tripulación más joven de la cita donostiarra, con «una media de 18 años», y han bogado este curso sin saber al principio si podrían completar la trainera. «Sólo Orio había conseguido antes poner en el agua los dos botes en La Concha», apunta Amador Antón, presidente de Kaiku, club que continúa celebrando su centenario y disfruta de la guinda del pastel con este éxito.

Aunque el domingo no habrá primer puesto en la bahía donostiarra, para los Bilbao, Mielgo y Núñez «ha sido muy bonito compartir la experiencia con la familia y los amigos». «Ahí es donde se ve el resultado de los entrenamientos, de los malos días de invierno, granizo, mala mar, que si me duele el culo, la pereza... Eso se ve el día de la clasificatoria. ¿Merece la pena? Sí», se responde David. «El premio es personal también, es La Concha», matiza David. «Otras traineras han entrenado lo mismo que nosotras, pero no han entrado», redunda Lucía.

Aunque pudiera parecer que el deporte ocupa una parte importante en el día a día familiar, no es un tema recurrente en sus hogares. «Ya hay demasiado remo en casa», comentan los verdinegros. «¿Qué tal el curro? ¿Y el entrenamiento?», les suelen preguntar. «Lo que les importa es que tú estés bien, aunque también ha sonado a veces la frase «el remo no te va a dar de comer». «Vives para ello las 24 horas. Haces una carrera antes de entrenar... luego los estudios, los sacrificios en la alimentación», coinciden los tres linajes. También convienen en que su meta es «mejorar resultados», aunque Maialen va más allá y sueña con «ganar La Concha con Kaiku». Ella y Sabiñe ya se han clasificado en las dos ocasiones que han disputado.

Además de la satisfacción personal, el tremendo esfuerzo se ve compensado con detalles como el saludo de un aficionado por la calle que lanza un «¡zorionak!» a una bogadora. Los Bilbao, Mielgo y Núñez sonríen mientras hablan de la escuela de remo de Kaiku, con 80 niños y niñas para quienes ellos son sus «referentes». Orgullo de cantera en un deporte donde prima lo colectivo, porque, como proclama la benjamina Lucía, «hay que sacar el bote adelante y darlo todo para no 'traicionar' a los demás».