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Juan de Campo ya mira a la próxima temporada. El esquiador vizcaíno (26 años) se encuentra desde hace una semana concentrado en el Centro de Alto Rendimiento de Sierra Nevada con la mente puesta en el curso 2020-21. Después de que la última campaña ... quedase cortada por la pandemia de coronavirus, que él conoció de primera mano debido a que estaba en Japón para disputar una serie de pruebas y el patogeno hizo que todo saltara por los aires a finales de febrero, ya comparte entrenamientos físicos con sus compañeros. En total, se han juntado 15 deportistas en Granada, cinco técnicos, un preparador físico y un responsable médico. Los estrictos protocolos de seguridad marcan su rutina diaria. Sin embargo, durante el periodo de confinamiento no ha perdido el tiempo, y ha realizado un intenso trabajo en su domicilio. «Monté un gimnasio en casa. Y estoy más fuerte que nunca para estas alturas de pretemporada. He hecho bastante yoga, que seguramente me ha ayudado», confiesa el de Mungia, que admite que le ha venido bien este descanso obligado.
Durante la competición, su vida es una furgoneta, donde se desplaza para competir. Hoy en Francia, mañana Suiza, pasado quizá en Croacia. Desplazamientos de más de doce horas... Pero estos tres meses de parón le han permitido frenar ese endiablado ritmo, y asentarse en casa, con los suyos. «He aprovechado para estar con la familia, mis padres y mi hermano. Nunca había estado tanto tiempo», lanza Del Campo, que la pasada temporada marcó sus mejores registros en la Copa de Europa de eslálon, con un noveno puesto en Funesdalen, Suecia, como obra cumbre. En la Copa del Mundo, el único español que participa en la gran cita del esquí se quedó varias veces a un suspiro de entrar en la segunda manga, esto es, colarse entre los 30 mejores: tres centésimas en Madonna di Campiglio, por ejemplo; y quince en Val d'Isere., Francia. Su progresión era evidente... Pero el Covid-19 la frenó. ¿Y ahora? «La meta siempre es ganar», lanza el vizcaíno, siempre valiente y confiado en sus posibilidades. Pero luego echa el pie a tierra. «Y para ganar, el primer paso es top30. Este año quiero entrar ahí de forma constante», afirma.
De momento, no ha tocado la nieve. Se pone a tono en Sierra Nevada. Allí todo está medido. Todo controlado. Para formar parte de la concentración, los deportistas han sido sometidos a tres test: PCR, serológico y rápido. ¿Resultado? Negativo. Luego, en Granada, se les realizó una entrevista individual «para determinar contactos previos y cumplimiento del confinamiento y así descartar posibles riesgos de contagio previos», explica la Federación Española de Deportes de Invierno. A continuación, cada deportista recibió material de protección, se les instaló en una habitación individual, y están obligados al uso de la mascarilla, salvo cuando realicen una actividad física.
Pero hay más normas. Los deportistas no pueden compartir material -si lo hacen se desinfecta de inmediato-, en el gimnasio deben mantener las distancias de seguridad... También se produce una toma de temperatura a diario y se pregunta a los concentrados por su estado y por posibles síntomas. Y las comidas diarias se realizan en mesas separadas por una distancia de seguridad y con un máximo de cuatro personas.
Eso sí, sin pisar la nieve. La previsión es que que puedan hacerlo a partir del 12 de julio, en algo menos de dos semanas, en Suiza. Allí, está Casa España, en el glaciar de Saas Fee, centro de entrenamiento habitual de este colectivo. «Va a estar complicado entrenar este año, tendremos que aprovechar al máximo los días que tengamos con los esquís», explica con la vista puesta en la ventana 2020-21.
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