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El keniano Geoffrey Kirui había superado sin problemas las colinas de Newton y parecía que iba a repetir el triunfo que logró hace un año ... en el Maratón de Boston, el más antiguo del mundo. Otro 'major' -uno de los seis junto a los maratones de Nueva York, Chicago, Berlín, Londres y Tokio- dominado por un africano. Nada nuevo. Pero empezó a flaquear y no tardó en ser superado por Yuki Kawauchi, un corredor ortodoxo que tiene fascinados a millones de seguidores en el mundo y, fundamentalmente, en Japón, donde tiene que ir 'escondido' tras sus gafas de sol debido a su enorme popularidad.
Kawauchi aprovechó que ayer, el Día de los Patriotas -el tercer lunes de abril-, fue también un día de perros, con mucho viento y mucha lluvia, para beneficiarse del desfallecimiento de los africanos. «Para mí eran las mejores condiciones posibles», explicó este corredor que empezó 2018 corriendo el día de Año Nuevo el maratón de Marshfield Road Runner's, con temperaturas de 15 bajo cero.
El japonés cruzó la meta en dos horas, 15 minutos y 54 segundos. El ganador no corría tan lento en Boston desde que Jack Fultz se impusiera en 1976 en una prueba que fue bautizada como la 'carrera de las mangueras' porque el público se afanó en refrescar a los corredores en una tórrida mañana con temperaturas por encima de los 35 grados. Porque en el Maratón de Boston, que se disputa desde 1897, y que se hizo tristemente célebre en 2013 porque sufrió un atentado -explotaron dos artefactos en la meta-, ha habido días infernales, con más de 30º, y algunos (1925, 1961 y 1967) cubiertos por la nieve.
La proeza de Desi Linden La prueba femenina tuvo la sorpresa en el triunfo de Desi Linden, la primera estadounidense que gana en Boston desde 1985. Linden, además, esperó durante la carrera a su compañera Flanagan, que se había detenido en un urinario, porque decía que no se encontraba en plenitud.
150.000 dólares se llevaron los ganadores en Boston, uno de los seis 'majors' junto a los maratones de Nueva York, Chicago, Londres, Berlín y Tokio. El mejor resultado de Kawauchi había sido un sexto puesto en Nueva York.
Lo novedoso no es solo el triunfo de un japonés -no ganaba uno desde Toshihiko Seko en 1987- sino el del corredor de élite más extraño que conoce el atletismo. Si un maratoniano profesional no suele disputar más que uno o dos cada año -excepcionalmente tres-, Kawauchi puede irse por encima de la decena. En 2014 y 2015 llegó a los trece, una barbaridad. El año pasado, doce.
Su carrera como maratoniano nació en la isla de Kyushu, la cuna de la civilización japonesa. Kawauchi debutó en la mítica distancia el 1 de febrero de 2009 -terminó en la vigésima posición en Beppu-Oita-. Desde entonces, durante estos nueve años, dos meses y quince días, ha corrido 81 maratones. Este año ya lleva cuatro y asegura que antes de los Juegos Olímpicos de Tokio, en 2020, quiere haber llegado a los cien. Es algo atípico, pero no único. Su singularidad es que en casi todos va realmente rápido. Ahí sí es único y hasta tiene un récord Guinness por superar la cifra de Doug Kurtis de 75 maratones entrando en la meta por debajo de las dos horas y veinte minutos. Ya va por 79.
Un fenómeno así podría vivir holgadamente del atletismo, pero no quiere ni hablar de contratos que le condicionarían al organizar su calendario. Porque otro de los motivos de su fama en Japón es que no va únicamente a las grandes carreras sino que le gusta correr por todo el país. Por eso, Yuki Kawauchi no quiere dejar su trabajo en las oficinas del instituto Kasukabe. Allí acude a mediodía, de lunes a viernes, después de entrenarse por la mañana, acumulando no más de 150 kilómetros semanales, muy por debajo de los 200 o 220 que recorren los profesionales. Trabaja desde la una hasta las nueve y cuarto, con una pequeña parada para comer. Después se va a casa, cena, se da un baño y se mete en la cama para dormir hasta las siete en punto.
El funcionario nipón, que cumplirá 31 años el 3 de mayo, nació en la prefectura de Setagaya, uno de los 23 barrios de Tokio. Dice que lleva corriendo desde los seis años, cuando su padre le cronometraba a diario, y ya hace tiempo que dejó a su entrenador para prepararse en solitario.
'Citizen runner', como se le conoce en el mundo, se mueve por los retos antes que por el dinero y su capacidad de sorprender ha permitido verle corriendo un medio maratón -el año pasado disputó catorce además de sus doce maratones- vestido de traje o disfrazado de oso panda.
En sus 81 maratones -45 de ellos en su país- jamás se ha retirado, se anotó el triunfo en 34 de ellos y subió al podio en 50. No todo es tan fácil como repasar sus números. Su capacidad agonística le ha llevado a derrumbarse nada más cruzar la meta en varias carreras. «Estoy dispuesto a morir cuando corro», afirma. Aunque lo más asombroso, como dice Brett Larner, algo así como su agente, es que no sufre secuelas. «Él tiene un don físico en términos de recuperación». Por eso anuncia que el próximo domingo le toca carrera, un medio maratón.
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