Estados Unidos y su atletismo respiran tranquilos. Vuelven a ser los reyes de la velocidad masculina. La reconquista marcha por buen camino. Después del batacazo sufrido el pasado año en los Juegos Olímpicos, donde no ganaron ni una de las finales de velocidad, esta noche ... los 100 metros han vivido un triplete histórico que devuelve la credibilidad al equipo estadounidense. Fred Kerley, Marvin Bracy y Trayvon Bromell han copado las tres primeras plazas de la final mundialista en su casa, en Eugene, ante el delirio de un entregado Hayward Field. Una hazaña que Estados Unidos no lograba desde el Mundial de Tokio 1991, cuando Carl Lewis, Leroy Burrell y Dennis Mitchell dieron la vuelta de honor al estadio olímpico con la bandera americana. Esta noche lo han vuelto a hacer 31 años después y se puede decir que el honor de la velocidad estadounidense ha quedado restaurado tras el hundimiento olímpico, donde Lamont Jacobs, esta vez fuera de la final por lesión, dejó una de las mayores sorpresas de los últimos tiempos.
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El honor de ser el nuevo rey de la velocidad corresponde a Fred Kerley, lo más parecido al velocista total. Especialista de 400 metros reconvertido a los 100, tiene la virtud de ser de los muy pocos atletas capaz de correr el hectómetro por debajo de 100 (tiene 9,76), el 200 por debajo de 20 y el 400 por debajo de 44 segundos, algo que solo han sido capaces de hacer el también estadounidense Michael Norman y el sudafricano Wayde Van Niekerk. En Eugene asombró en series, cuando hizo 9.79, aunque anoche en semifinales dejó más dudas, al imponerse a duras penas en su serie. Volvieron las dudas olímpicas, porque el jamaicano Seville y el sudafricano Sinbine aparecieron como posibles candidatos.
Sin embargo, la final ha dejado clara la superioridad estadounidense. La victoria estaba clara, solo quedaba poner el nombre y hasta muy cerca de la meta, todo apuntaba a que Bromell podría resarcirse de su hundimiento en Tokio, cuando quedó fuera de la final por una milésima. Pero prácticamente sobre la parrilla, Kerley se ha estirado para llevarse el oro con 9.86, por 9.88 sus dos compañeros y rivales. De este modo, el velocista nacido en Taylor (Texas), se une a una lista de campeones mundiales estadounidenses del presente siglo formada por Maurice Greene (2001), Tyson Gay (2007), Justin Gatlin (2017) y Christian Coleman (2019), defensor del título y que dominó la final de Eugene hasta que se hundió en los últimos metros.
El oro supone el premio al trabajo de un atleta que decidió bajar de distancia con la llegada de la pandemia. Los problemas para entrenar y una lesión en el tobillo le llevaron a decidir a última hora apuntarse en los 100 y 200 metros para participar en los trials previos a los Juegos, donde se ganó su presencia en los 100 metros. Esta temporada, antes de viajar al Mundial, Kerley aseguraba que «si tengo un verano saludable, creo que puedo hacer más daño en los 100 y 200 metros, pero también en los 400 metros. Mi formación no ha cambiado», aseguraba un velocista que ha llegado al Mundial convencido de que es su momento. «Sé que 2022 será uno de los mejores años de mi vida. Nadie en este mundo romperá mi confianza. Creo en mí mismo y ese es un hombre difícil de vencer. Nunca voy a una carrera pensando que voy a perder».
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De momento, ya tiene un oro que poder dedicar a la persona más importante de su vida, su tía Virginia, la mujer que le crió y que evitó que el pequeño Fred se desviara del camino que le ha llevado a ser campeón mundial. «Tenía dos años cuando me mudé con ella por primera vez, un niño pequeño que no sabía lo que sucedía a su alrededor. Mi papá terminó en la cárcel, mi mamá tomó rumbos equivocados en la vida, lo que significaba que la tía Virginia era la única que podía cuidar de mí y de mis cuatro hermanos».
Lo hizo a conciencia, apoyada en los valores de la iglesia –Kerley es profundamente religioso– y el atleta ha puesto de su parte por una apuesta total para ser el velocista más completo. Desde esta noche ya tiene otro motivo para seguir tatuando su cuerpo con los motivos más importantes de su vida.
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La jornada también dejó buenas noticias para el atletismo español. Marta Pérez se ganó de forma agónica su clasificación para la final de los 1.500 metros tras ser séptima en su semifinal y pasar por tiempos (4.04.24), mientras que Eusebio Cáceres se ganó un diploma de finalista al ser octavo en longitud (7.93) en una prueba ganada por el chino Jianan Wang (8.36) por delante del favorito Tentoglou (8,32).
Y el trío de españoles del 1.500 se ganó su pase a las semifinales. Mario García Romo con autoridad, mientras Fontes y en especial Katir sufrieron más de la cuenta para acceder a la siguiente ronda por tiempos.
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