
Mendizorroza vivió ayer una jornada maratoniana y sin respiro con cientos de combates para dilucidar los campeones de España de kyokushin en diferentes categorías. En ... esta modalidad de kárate se permite todo tipo de contacto, salvo la técnica de puño en la cara. La espectacularidad es superlativa. Aquí es tan importante sufrir cada golpe y patada como buscar una estrategia de desgaste ante el rival.
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El máximo respeto entre los contendientes se vislumbra siempre antes y después de cada duelo. Cuatro jueces y un árbitro principal ponen orden, mientras que los contendientes se ponen a prueba en un máximo de tres rounds. Ocho minutos de explosión total, de vaciarse. «No puedo evitar ese impulso de estar ahí con el kimono», confesaba a pie de tatami el vitoriano Javier Lezcano, campeón del Mundo y Europa y desde su retirada 'shihan' (maestro) en el gimnasio Ying Yang, organizador del torneo.
Al maestro de maestros, la emoción le sobrepasa. El kárate es un forma de vida para la familia Lezcano, que ve cómo su experiencia se traslada con éxito a sus pupilos. Durante la intensa jornada de competición, hasta cuatro vitorianos se subieron a lo más alto del podio en categoría senior. Fueron Aitor Madinabeitia (-70 kilos), Nicolás Pérez (-80 kilos), Daniel Cordero (+90 kilos) y Noor Mendiguren (-65 kilos). Un cuarteto de luchadores superdotados que triunfaron en casa. La cosecha de preseas locales de otros colores se amplió en otras categorías y pesos. Un éxito esperado y celebrado por todo lo alto. No es casualidad que un acontecimiento de tal magnitud vuelva a tener a la capital alavesa como sede.
Es inevitable retrotraerse al año 2008 cuando la vitoriana Zuriñe Eciolaza se hacía con el entorchado continental al calor de su gente. «Aún lo recuerdo y ya han pasado 16 años», rememoraba ayer con nostalgia. Esta deportista total, también fue jugadora de rugby en el Gaztedi, fue la referente del kyokushin entre mujeres y se encargó a abrir la puerta a un deporte duro, pero en ningún caso violento. Cuesta eliminar este estigma de las modalidades de contacto, pero cuando se consigue el número de adeptos y practicantes se multiplica.
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Los tentáculos de este arte marcial milenario se extienden por todo el mundo con más de 40 millones de practicantes, más allá de organismos o federaciones internaciones varias que lo rigen en función de lo que se exhibe en el tatami. No es fácil entenderlo entre los ajenos a este mundo. El kyokushin se basa en las enseñanzas y el método del maestro Sosai Masutatsu Oyama, décimo dan. Las formas técnicas o katas son el legado de sus mentores y se asocian con el espíritu mientras que el combate o kumite se hace con el corazón. Una esencia que impregna esta modalidad de kárate y llega a practicantes y público.
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