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Ni las lesiones de rodilla que le han maltratado en los últimos años, ni la edad, ni la costumbre de ganar, ponen freno a una campeonísima de raza como la onubense Carolina Marín, que este domingo celebró su séptimo título de campeona de Europa, octavo ... si se cuentan los Juegos Europeos del pasado verano, al derrotar a la escocesa Kirsty Gilmour en la gran final celebrada en tierras alemanas. Enorme recompensa moral para una jugadora irreductible que confía en subir al podio en los próximos Juegos Olímpicos de París, su gran reto.
Ni el mayor de los optimistas podía soñar con algo semejante cuando Carolina Marín ganó el Europeo de bádminton de Kazán (Rusia) en 2014. Era impensable entonces que aquella niña de Huelva, hoy ya treintañera, podría revolucionar este deporte no solo en Europa sino a nivel mundial, donde las jugadoras asiáticas eran invencibles.
Aquella fue la primera presea española en un Europeo de este deporte y derribaba un muro construido hasta entonces por las poderosas danesas en el Viejo Continente. Pero una década después, prodigiosa para la andaluza, ahí sigue Carolina. Desde aquella edición de Kazán, solo ella ha subido a lo más alto del podio continental, de donde parece misión imposible desbancarla. Su dominio es hegemónico, absoluto, casi una dictadura en el deporte del volante, y no nos referimos, obviamente, al mundo del motor.
Ayer, en el escenario de Saarbrücken (Alemania), Marín volvió a coronarse campeona de Europa, y ya van siete veces seguidas u ocho, según qué especialista realice las estadísticas y contabilice o no los Juegos Europeos. Su última víctima fue la británica Kirsty Gilmour, que cedió en dos mangas por 21-11 y 21-18 ante el empuje de la española.
Con un dominio insultante en Europa, el patio de su casa para una jugadora que sus últimos torneos los ha ganado de forma consecutiva en Inglaterra, Suiza y ahora en el Europeo de Alemania, Carolina avala su candidatura olímpica. Las sensaciones no pueden ser mejores a cien días de la gran cita parisina.
Cuando se le ve desenvolverse en la pista, no es arriesgado afirmar que Carolina ha recuperado su esencia y se parece a esa jugadora infatigable y corajuda que llegaba a todo antes de sus dos gravísimas lesiones en la rodilla, primero en la derecha (2019) y dos años desapués en la izquierda. Y es que hay que remontarse a 2018 para encontrar en su palmarés tres títulos seguidos, entonces el Mundial de China, el Abierto de Japón y el Open de China de Changzhou.
Antes de salir a pista, Marín sabía que las estadísticas estaban de su lado, ya que había ganado 11 de sus 14 enfrentamientos con Gilmour. La primera manga gue dominada a su antojo por la onubense, superior en todas las facetas del juego. Suya fueron la iniciativa, el ritmo y los puntos ganadores. Se mostraba rapidísima de piernas, era un frontón y forzaba una y otra vez los errores de Gilmour, la número 26 del mundo pero incapaz para igualar la intensidad de la española.
Tras el inapelable 21-11, el panorama cambió en el segundo y a la postre definitivo set. Fue mucho más equilibrado porque la española bajó algo el ritmo, jugó más a la defensiva y eso permitió a la británica fallar menos y no regalar tantos puntos. A base de ataques con tiros cruzados, Gilmour buscó dañar a la española. Un parcial de 3-0 en el tramo final igualó la contienda a 18 en esa segunda manga, pero entonces la campeona olímpica demostró quién es.
Con más experiencia y calidad, mantuvo la fe, la concentración y el pulso para responder con otro parcial de 3-0 para imponese 21-18 y alzarse con el celebrado título. Tras este triunfo, Carolina suma ya 9.200 puntos en su batalla por recortar diferencias con la japonesa Akane Yamaguchi. Una pugna importante porque determina ser cabeza de serie o no en la cita olímpica.
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