La vizcaína Rakel Mateo, diploma olímpico seis meses después de perder una pierna

El tiempo que realizó la vizcaína -1 hora 20 minutos y 37 segundos- era casi lo de menos. La victoria fue simplemente completar los 750 metros de natación, los 20 kilómetros de ciclismo y los 5 kilómetros de atletismo. Mateo ya sumó un diploma en los Juegos de Río, pero este último ha sido especial. Lo reconocía ella misma con las emociones a flor de piel tras concluir el recorrido. «Han sido seis meses muy duros. He tenido que aprender los tres deportes en paralelo a la recuperación de la amputación, que estaba muy sensible. Había días que me dolía todo», rememoraba con la voz entrecortada.

Pero Rakel no es de las que se da por rendida y siguió adelante. Quería el premio de disputar otros Juegos Paralímpicos. «Creía que igual no me traían», confesaba. Pero cómo decirle que no a una mujer cuya trayectoria vital es la de una superación constante a la adversidad. Como cuando la anorexia le golpeó con 12 años y tuvo que batallar diez años contra esa enfermedad. O como cuando en 2001 una carga de 100 kilos de fruta le cayó sobre la pierna izquierda mientras trabajaba en un supermercado. No podía doblar la extremidad y el dolor le fustigaba a diario hasta que dos décadas después se la han tenido que cortar.

Una auténtica campeona que ya piensa en el siguiente reto, el de disputar sus terceros Juegos en París. «No lo descarto», asegura con una sonrisa en el rostro. Parece complicado que algo se lo impida si ella se lo propone. Por cierto, el podio del triatlón femenino lo conformaron las norteamericanas Allysa Seely y Hailey Danz, en el primer y segundo cajón respectivamente, y la italiana Verónica Plebani. Pero eso para Rakel era lo de menos. Su victoria había sido personal. Había demostrado que todo es posible.

La vida de Rakel nunca ha sido fácil. La anorexia la golpeó cuando tenía 12 años y continuó junto a ella una década, pero esta mungiarra (46 años) derrotó a la enfermedad. Cuando aquel calvario ya era sólo un agrio recuerdo, en 2001 sufrió un grave accidente laboral. Una carga de fruta de 100 kilos que manejaba en un supermercado cayó sobre su pierna izquierda. No podía doblar la extremidad y el dolor la fustigaba a diario.

Fue entonces cuando Rakel abrió su depósito de la perseverancia, las enormes reservas de lucha que había almacenado contra la anorexia. Años atrás, había hecho ballet y danzas vascas, pero no había practicado deportes de competición. Se fijó en una bicicleta vieja de su hermano en 2010 y probó. «Me até la pierna tiesa al pedal con el cordón de la zapatilla. Sólo di cuatro pedaladas, pero esa libertad que sentí me atrapó», describe la atleta aquella decisión que cambió su existencia.

Ya seducida por el ciclismo, en 2013 inicia una loca aventura. Apenas sabía nadar y casi podía correr con sus muletas, pero decide participar en el triatlón de Zumaia. La valiente Rakel se salió con la suya y terminó en los puestos intermedios, pese a que «nadaba como podía e iba dando saltos en lugar de correr