No fue un lunes cualquiera en Bilbao, concretamente en uno de sus rincones. Conforme avanzaba el día, sobre todo después de la victoria ante la potente Estados Unidos, por Santutxu solo se repetía una palabra. Oro. «¡Oye, que juega una de las nuestras!». Parte del ... barrio donde Gracia Alonso de Armiño creció se reunió en el Bar Jofer, patrocinador del modesto club de baloncesto del colegio Berrio-Otxoa en el que la jugadora vasca empezó a labrar su dilatada trayectoria. El local se convirtió en un escenario protagonizado por la alegría en la final de la selección femenina de baloncesto 3x3. Además era uno «de los pocos que estaban abiertos», según comentaron algunos asistentes.
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Marisa Llamosas, vecina de la calle Juan de la Cosa, tampoco quiso perderse la final y bajó al bar para compartir la experiencia con la gente del barrio. «He visto la semifinal en casa con mi hijo, pero he querido bajar a tomar algo. Mi hijo la conocía porque era entrenador de baloncesto de un equipo de chicas y a veces competían contra el suyo. Han coincidido jugando y siempre me decía que iba a acabar yendo a los Juegos Olímpicos». También recuerda una anécdota de la época de la pandemia. La jugadora es enfermera, y cuando se empezaron a dar las primeras vacunas contra el covid, fue a darse una de las dosis con su hijo y estaba allí trabajando. «Cuando llegamos me dijo que era ella y nos hizo ilusión verla». Otros contaban alguna anécdota de cuando la jugadora estuvo en el equipo del Club de Baloncesto de Santutxu. «¿Rubia o tostada?», «Me acuerdo de cuando jugaba con tu hija» o «Me han dicho que ahora empieza a venir la gente», pronunciaron algunos de los clientes un rato antes del partido.
Minutos previos al partido, conocidos de todas las edades empezaron a entrar al bar con bufandas y camisetas del Club de Baloncesto de Santutxu. Suspiros, nervios y algún grito de euforia protagonizaron los veinte minutos que duró el partido. Además de ganar la medalla, Gracia Alonso de Armiño también se llevó el cariño y el orgullo de todo un barrio que se dejó la voz en animarla. Y eso no se lo quita nadie. «Aunque haya que madrugar, hemos venido a verlo», reconocía por su parte Óscar Martínez, entrenador del club. «Que alguien del colegio tenga una medalla olímpica es la leche, es impresionante», añadía eufórico.
Entre los clientes también se encontraba David Ruiz, coordinador del Club de Baloncesto de Santutxu y antiguo entrenador de Gracia Alonso de Armiño. «Soy entrenador y amigo», se presenta, mientras relata alguna anécdota e historia de cuando la jugadora estuvo en el equipo. «Lo hemos vivido con mucho orgullo. Llegar a los Juegos Olímpicos es muy difícil, todo un logro. Fui su entrenador en el Club de Baloncesto de Santutxu en el colegio Berrio-Otxoa. Siempre ha sido muy avispada, era de las que se tiraba al suelo a por los balones; no daba ni uno por perdido. A medida que se fue haciendo mayor, fue teniendo más tablas. Siempre ha destacado. La medalla ya se la ha llevado».
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