La niña que derrotó a los peores pronósticos

Pero resistió y se negó a que se impusiera la fatalidad. Intensificó la rehabilitación mañana y tarde, se ejercitaba en casa... y el enorme esfuerzo dio sus frutos. Sin embargo, en un primer momento rehusó a sentarse sobre una silla de ruedas. «Cogí dos muletas y trataba de aguantar de pie y dar unos pasos. Al año y poco ya podía caminar sin ayuda. El accidente me obligó a madurar rápido, no tenía otra opción. Me hizo ver la vida desde otro punto de vista», recuerda Agurtzane.

En una de la sesiones del gimnasio de la fundación Zuzenak de Vitoria, un descubrimiento marcaría su futuro. Vio a unos chavales jugando a baloncesto adaptado y el entrenador Lander Lozano la invitó a unirse. Ella había sido pívot en el equipo de la ikastola. «Cuando descubrí el baloncesto en silla de ruedas todo cambió. Me subí a la silla y, de nuevo, tuve la sensación de que mi cuerpo iba a la misma velocidad que mi cabeza. Ese momento... ¡buah!, mola mucho», exclama emocionada Agurtzane.

La vitoriana, estudiante de último curso de Administración y Dirección de Empresas, inicia a sus 24 años la aventura paralímpica. Cuando sólo llevaba unos meses en el 'nuevo' basket fue llamada para formar parte de la selección española. El responsable del combinado nacional, Abraham Carrión, dice de su pupila que «tiene unos conceptos tácticos bien trabajados, su lectura de juego y la toma de decisiones es correcta, a la hora de defender sabe cómo tiene que colocar el carro. Tiene poderío físico y gran envergadura de brazos que le permiten defender a cualquier punto alto del rival. Es muy valiosa, le falta mejorar su definición de cara al aro, pero cada vez va mejor. Es una luchadora que se sacrifica por el equipo, es muy altruista, para mí es un lujo tenerla en la selección».