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Detrás de las once medallas olímpicas de Simone Biles se esconde una infancia difícil que le ha erigido como un ejemplo de resiliencia. Tres años después de la crisis mental que le impidió competir en Tokio, Biles se vuelve de París con tres oros en gimnasia artística por equipos, individual y de salto, además de una plata en suelo.
Su dura infancia la marcó el abandono de su madre biológica, Shanon Biles, cuando tenía tan solo seis años. Su progenitora renunció a su custodia, de la que se hicieron cargo sus abuelos, Nellie y Ronald Biles, junto a la de su hermana menor, Adria. Sus dos hermanos mayores, Ashley y Tevin fueron acogidos por una de sus tías.
En una reciente entrevista concedida al 'Daily Mail', Shanon expresó su deseo de reconciliarse con su hija y conseguir su perdón. «Le pediría que me perdone y le preguntaría si podemos seguir adelante, que no me juzgue por mi pasado», declaró Shanon, que se autodefinía como una «adicta en recuperación». A pesar de tener el número de teléfono privado de la ginnasta, ha decidido no contactar directamente con ella.
Shanon reside en Columbus, Ohio, en la misma casa donde Simone pasó los primeros años de su infancia. En 2018 se declaró insolvente por sus problemas económicos. «No estaría donde estoy sin ese punto de inflexión. Vivir separada de mi madre biológica, estar en un hogar de acogida y ser adoptada por mis abuelos me ha preparado para un mejor camino», reflexionó Simone en público.
A los cuatro oros de Rio 2016, Biles sumó en París otros tres (gimnasia artística por equipos, en individual y salto de potro) obtenidos en París, además de la plata en suelo, y el sentimiento de haber superado el trance de Tokio, edición en la que decidió abandonar por sus problemas de salud mental.
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