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pablo m. díez
Sábado, 24 de julio 2021, 01:40
Con un gigantesco estadio espectacularmente vacío, los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 echaron ayer a andar, justo un año después de la fecha prevista. La pandemia del coronavirus no solo obligó a aplazarlos, sino que ha vaciado los estadios para evitar que siga propagándose y ... ha vuelto a buena parte de la sociedad de Japón en su contra por miedo a los contagios. Frente a este temor, los Juegos intentan reivindicarse con sus fuertes medidas de seguridad y con la esperanza de que los atletas traigan alivio y alegría al mundo en estos tiempos difíciles.
La gala de apertura levantó el telón olímpico en un estadio, erigido sobre el que acogió los Juegos de 1964, en el que solo estuvieron presentes en las gradas los periodistas y un millar de personalidades, entre las que había 15 dirigentes internacionales. La ceremonia estuvo condicionada por el covid de principio a fin. Se guardó un minuto de silencio por las víctimas y los desfiles trataron de mantener cierta distancia social entre delegaciones y deportistas. Sólo los representantes de Argentina y Pakistán rompieron el guion. Los sudamericanos comenzaron a abrazarse y saltar unos sobre otros al entrar al estadio. Los asiáticos pasearon sin mascarilla, a diferencia de todos los demás.
Con los lemas 'Moviéndose adelante' y 'Unidos en la emoción', la gala empezó rindiendo homenaje a los atletas, que han sufrido un año muy difícil para entrenar por los confinamientos y las restricciones. Los representó la boxeadora japonesa Arisa Tsubata, practicando en la oscuridad sobre una cinta mecánica mientras a su alrededor se iluminaban otros deportistas también preparándose para competir.
La gala fue una sucesión de símbolos del país anfitrión. Con el emperador Naruhito y el máximo responsable del Comité Olímpico Internacional (COI), Thomas Bach, presidiendo la ceremonia, la cantante japonesa Misia interpretó el himno nacional mientras 38 militares de las Fuerzas de Autodefensa izaban la bandera de Japón. Justo en el centro del escenario, al lado de las banderas nipona y olímpica, una pirámide octogonal blanca representaba al monte Fuji, otro de los emblemas de este país. En su cima, una bola blanca albergaba el secreto mejor guardado de la ceremonia, el pebetero olímpico, que se abriría como una flor para permitir que la tenista local Naomi Osaka encendiera la llama olímpica. La ahora número dos del mundo, completó el último relevo en un gesto que ha generado cierta polémica en Japón, puesto que pocos en la isla ven a Osaka como un producto nacional, sino que la que perciben como norteamericana por su formación en Estados Unidos. El testigo se lo entregó un grupo de niños de Fukushima, ciudad que se hizo famosa por el tsunami y el accidente nuclear de 2011 y que ha estado siempre presente en el comité organizador de los Juegos -el himno de la competición lo interpretó un coro de niños de los que ocho eran de esa localidad-. Fue desde allí de donde partió la llama olímpica el 25 de marzo. Los Juegos, de hecho, pretenden ayudar a la recuperación del país tras aquella catástrofe. De ahí que, por vez primera y para no cantaminar la llama ha sido generada con hidrógeno de Namie, una de las zonas evacuadas en aquel desastre nuclear, el más grave tras Chernóbil.
la polémica con naomi osaka
Pero, antes del encendido del pebetero, desfilaron las 207 delegaciones que compiten en estos Juegos. Grecia abrió la comitiva y la cerró Japón. Como novedad, justo antes del equipo nipón marcharon los representantes de Francia y Estados Unidos, que acogerán las Olimpiadas en 2024 y 2028. Los países no siguieron el orden alfabético habitual, sino que lo hicieron según el alfabeto japonés. Además para recalcar la paridad muchas delegaciones tuvieron dos abanderados, una mujer y un hombre.
El momento más emocionante llegó con la utilización de 1.824 drones cada uno con una luz que dibujaron primero en el suelo el logotipo de Tokio2020 y luego formaron en el cielo una imagen del globo terráqueo con los cinco continentes. El elegante diseño del emblema de los Juegos, de cuadros azules, es obra de Asao Tokolo, se remonta al periodo Edo y ha hecho olvidar el fiasco de las acusaciones de plagio que recayeron en 2015 sobre el primer logotipo. Y como símbolo de la unión de culturas sonó el tema 'Imagine' de John Lennon interpretado por Angelique Kidjo en representación de África, Alejandro Sanz (Europa), John Legend (América) y Keith Urban (Oceanía).
El himno de los Juegos lo interpretó un coro de niños, entre ellos ocho de Fukushima. «Este es un momento de esperanza. Aunque es muy diferente a lo que esperábamos, disfrutemos de esta unión. Estamos aquí juntos gracias a vosotros, nuestros anfitriones japoneses, a los que os queremos dar las gracias y mostrar respeto», declaró en su discurso el presidente del COIl, Thomas Bach. Además de rendir homenaje a la lucha contra el coronavirus y a los voluntarios, pidió «solidaridad y paz» y saludó la llegada del equipo olímpico de refugiados.
Luego llegaría el encendido del pebetero por parte de Osaka mientras el cielo de Tokio se iluminaba de nuevo con una traca final de fuegos artificiales para sacar al mundo de la oscuridad del coronavirus. Hasta el 8 de agosto, los Juegos Olímpicos se enfrentan en Japón a su rival más duro: la pandemia.
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