Un joven medallista persigue la mayor gloria

Llopis está centrado en ampliar una vitrina de trofeos que cada año se hace más grande. En 2018 disputó el Europeo de Dublín, de donde regresó con un oro en 400 metros libre y sendas platas en 100 libre y 100 espalda. Al año siguiente, en el Mundial en Londres, logró el bronce en 100 espalda. Subió a lo más alto del podio de 100 metros espalda en el Campeonato de Europa celebrado el pasado mayo en Madeira (Portugal) ganó en 100 espalda y acabó tercero en 400 libre. En enero de 2020 rubricó el récord mundial de 200 metros en Madrid.

Como en otros casos de deportistas paralímpicos, Llopis entró en esta clasificación por un accidente. Sufrió la rotura del fémur jugando al fútbol y los médicos recomendaron que nadara para que completara su rehabilitación. El contacto con el agua revolucionó desde entonces la vida de un chaval muy activo. Llegaron los primeros éxitos y las medallas se sucedieron. Era un premio para alguien que también se atrevió con el baloncesto y balonmano pese a haber nacido «con una pierna más corta que otra y con sólo dos dedos en la mano derecha». Ambas circunstancias le obligaron a pasar quince veces por el quirófano.

Iñigo siempre ha sido un apasionado de la actividad física. Era un chaval que no paraba quieto y en su familia se vivía el deporte. Está muy relacionado con el fútbol porque su padre es el entrenador de porteros Luis Llopis, actualmente en el Real Madrid y que ha trabajado en el Athletic, la Real Sociedad, el Granada, el Levante y el Mallorca.