Sergio García, 'el niño', como se le apodó cuando emergió para convertirse en el tercer mejor golfista español de la historia después de Seve Ballesteros y José María Olazábal, estuvo abrazado al triunfo en Valderrama hasta el último hoyo. Pero también a la derrota en un final de película con tintes crueles y dramáticos, y también tan espectacular como emocionante que tuvo como protagonistas principales a Sergio García y a Anirban Lahiri. El Open de Andalucía se decidió en un playoff entre los dos jugadores. Los dos merecían el triunfo. El título al final fue para Sergio García, que calificó el momento como uno de los más increíbles de su vida. Fue la victoria número 37 de su carrera. Sergio gritó «sí», en tres ocasiones y fue bañado en champán, besado por su esposa, y recibió el abrazo Jon Rahm, que tuvo que conformarse con quedar entre los diez primeros del torneo, que no impide hablar de su baja forma.
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Sergio acabó su recorrido dejándolo todo en manos de Lahiri, que se habría consagrado marcando en su tarjeta solo cuatro golpes en el hoyo 18. Con Sergio ya en los vestuarios, Lahiri acariciaba su primera victoria en la Liga LIV de Arabia Saudí, y la primera de su carrera desde 2015. Pero si hay un deporte en el que la crueldad existe, ese es el golf. Estás saboreando una alegría, pero un golpe más tarde conoces la amargura.
Todo eso lo experimentaron Sergio y Anirban. Sergio soñaba con volver a saborear un título a sus 44 años. Acarició la victoria, pero para besarla tenía que embocar un put de 3 metros en el hoyo 3, donde terminaba su recorrido tras una vuelta que había sido perfecta con 7 birdies y 10 pares. Falló con ese putt en el único green que necesitó tres golpes. Increíble. En ese momento, los comentarios hablaban de que la sequía de triunfos continuaba para Sergio continúa, campeón del Masters de Augusta de 2017, con 11 victorias en el circuito americano y 16 en el europeo, pero que no ganaba desde octubre de 2020 cuando venció en el Sanderson Farm Championship, que se disputa en Jackson (Mississippi).
Sergio, que se conoce bien el difícil campo de Valderrama donde obtuvo triunfos en 2011/2017/2018, recibió un abrazo de consolación por parte de Jon Rahm, con el que había compartido vuelta, junto a Brooks Koepka, doble campeón del US Open y triple del PGA Championship, en uno de los partidos estelares de la jornada, pese a que ninguno de los tres estaba por debajo del par. Nadie, en ese momento, imaginaba que Lahiri iba a desperdiciar los siete golpes con los que salió liderando la clasificación este domingo. Ni tampoco una oportunidad como la que tuvo en el 18 e iba a forzar un desempate.
Rahm sigue sin encontrarse
Rahm, aunque terminó con el par del campo (213 golpes), y pudo volver a estar entre los diez primeros, no puede estar contento con su actuación. Se esperaba más de él. Pero no pudo ser. No está en su mejor momento. Ha perdido el toque mágico que lo llevó a ser el número del mundo. Carece de confianza en el green y sus golpes largos no tienen el mismo poder de antes. Es un mal momento que coincide con su fichaje por la Super Liga árabe, pero al que le puede dar la vuelta en cualquier momento, especialmente en el próximo grande, el Open Británico, con el que siempre ha soñado. Rahm es consciente de la existencia de buenas y malas rachas, como también que él no es un jugador de pares, y sí, en cambio, de birdies. No es un jugador de ahora bajo, y al siguiente hoyo subo. Él ha sido número uno por otras cualidades.
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Si el golf español vivió la alegría de volver a ver ganar a Sergio García, la otra imagen de la jornada fue ver a un Lahiri desconsolado cuando falló el golpe del 18 que lo obligaba a jugar un desempate. Él sabía cuando llegó a Valderrama que no figuraba entre los favoritos, y que ese papel estaba para los españoles Sergio García y Jon Rahm. Tranquilo durante los tres días parecía rezar cada vez que afrontaba un green. Nada de extrañar en una persona que practica la vipassana, una de las técnicas de meditación más antiguas que se conocen. Pero no pudo evitar emocionarse con el grave fallo cometido. Había desperdiciado un momento ideal para ganar un torneo. Cuando falló su último golpe sonrió por no llorar. Cuando perdió el play off entonces sí que lo hizo. No era para menos. Sergio García bebía champán y era feliz. Él, no.
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