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IVÁN ORIO
ENVIADO ESPECIAL. BROOKLINE
Lunes, 20 de junio 2022, 07:35
Jon Rahm salió el domingo al Country Club a un solo golpe de los entonces colíderes, Matt Fitzpatrick, a la postre vencedor del torneo, y Will Zalatoris, convencido de que si lograba desarrollar en la jornada decisiva un golf similar al de los días precedentes tenía muchas opciones de convertirse en el segundo jugador de la historia en ganar dos US Open de forma consecutiva. Pero este deporte es imprevisible y cruel, hasta el punto de borrar en un instante todo lo bueno que se ha acumulado en las vueltas precedentes. «La verdad es que duele por lo bien que he jugado toda la semana», se sinceraba el número dos del mundo junto a la casa club en declaraciones a los periodistas españoles destacados en Boston. Y es que al vizcaíno le tocó remar a contracorriente para mantener vivas las esperanzas de encontrar un golpe que sirviera para cambiar el escenario. «He luchado hasta el final pero las cosas no salían», admitió.
El golf forma parte de la cultura norteamericana y ser el ganador en curso del Abierto de Estados Unidos hasta el hoyo 18 de la jornada decisiva le garantizó el ánimo de numerosos aficionados y el respeto de todos durante las cuatro vueltas a un recorrido que le encantó y al que le gustaría volver. Sabían que ganar el tercer Major de la temporada dos veces de manera consecutiva es un desafío descomunal que sólo han logrado completar siete profesionales a lo largo de la historia. Hacerlo en sedes fijas, como es el caso de Augusta, es también una tarea ardua, pero la posibilidad de que suceda es mayor. Cuando el escenario es diferente cada año, la empresa adquiere otra dimensión. «Defender un Grande es muy difícil», subrayó el de Barrika antes de condensar en una frase lo ocurrido en Brookline. «He jugado 53 hoyos muy buenos y 19 malos (el 18 del sábado, con doble bogey, y todos los del domingo)».
Transparente en sus gestos en el campo y muy claro en sus palabras, no es de los que ponen paños calientes o busca excusas cuando las cosas no funcionan. Y desde esta perspectiva prefiere quedarse con los momentos buenos vividos en Massachusetts, los que le pueden hacer crecer en lo que resta de campaña para volar todavía más alto. Probablemente del jueves al sábado se ha visto al mejor Rahm de una campaña con altibajos en la que los resultados no han acompañado. «Ha habido cosas muy buenas, como el trabajo en los greenes, la búsqueda de la trayectoria de la bola... A veces metes dos putts y la dinámica puede cambiar por completo», señaló. Sobre todo en un Major, que obliga a los jugadores a embocar putts muy comprometidos sin quieren apuntalar sus aspiraciones. Él lo hizo el viernes y el sábado. Sin embargo, el panorama fue muy diferente el domingo, con hoyos hostiles que no se dejaban dominar.
Son estos brotes verdes los que deben estimularle para afrontar con la máxima ambición el British Open, entre el 14 y el 17 de julio, que cerrará la 'temporada de Grandes'. El torneo se disputará en St Andrews, una de las cunas del golf, y celebra nada menos que su 150 aniversario. Está marcado en rojo en el calendario del vizcaíno porque representa todo lo que el golf supone para él. Historia, y también un legado para las generaciones venideras. «No hay mejor torneo que poder ganar que un Open Británico en St Andrews», resaltó. La emocionante cuarta jornada en Brookline aparcó por un día la escisión en este deporte como consecuencia de la irrupción de la multimillonaria Superliga saudí. Pero esto no ha hecho más que empezar. Rahm cree que se volverá a hablar de ello nuy pronto y deja una reflexión: «Ganar un Grande supone formar parte de un grupo muy selecto en el mundo del golf».
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