Penitencia en el Amen Corner de Augusta, los tres hoyos más temidos del templo del golf

En ellos no se gana el torneo, pero sí puede perderse

Miércoles, 5 de abril 2023, 08:08

El objetivo en la modalidad stroke play, en la que se compite en la mayoría de torneos, es completar el recorrido en el menor número de golpes. Los jugadores completan dos rondas el jueves y el viernes. Los 50 mejores pasan el corte y continúan ... en competición sábado y domingo.

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Catorce palos, una pelota

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Bolas con hoyuelos aerodinámicos

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'Amen corner', el recodo fatídico

Cada campo tiene un diseño diferente. El recinto donde se celebra el torneo se caracteriza por concentrar tres hoyos muy difíciles en torno al Amen Corner. El hoyo 11, un par cuatro caracterizado por una calle estrecha y en curva, es el más difícil de ellos. El Masters es el único de los cuatro grandes que se celebra siempre en el mismo campo.

Miguel Ángel Jiménez, en vísperas de su debut en el Masters de Augusta, en 1995, compartió un recorrido de entrenamiento con Severiano Ballesteros y José María Olazabal. Entre golpe y golpe le hablaron sin cesar del Amen Corner, del temido triángulo que forman el green del hoyo 11, un par 4, y los dibujos del 12, par 3, y del 13, un par 5 con un giro muy violento de derecha a izquierda. Si sales airoso de esta esquina letal, le insistieron, di amén como reza la tradición del exclusivo club de Georgia porque tendrás mucho que agradecer.

Le advirtieron, sobre todo, de la maldición del 12, del viento racheado que lo hace imprevisible, del arroyo que protege la bandera que no debería entrar en juego pero que lo hace muchas veces porque la presión agranda el obstáculo y empequeñece el área buena de tiro... «Estábamos allí y digo joder con tanto hoyo 12, pero si no es para tanto. Un hierrito (es el par 3 más corto del campo) y la pones bien allí. Y ellos me decían 'vale, ya nos lo dirás el jueves (primera jornada de competición)'. Efectivamente, llegó el jueves, me pongo en el tee y el green había encogido», suele explicar el golfista malagueño.

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También Olazabal recuerda aquel momento con el andaluz en el Golden Bell, como se ha bautizado a este ya emblemático hoyo de Augusta. «Era un día en el que la bandera estaba a unos 130 metros, en el centro-izquierda, que es la parte más generosa. Y él venga a decir que aquello no tenía nada, que si tanta agua y azaleas, que con un hierrito 9 un poco apretado ya estaba. Durante el torneo ya no decía lo mismo. Te ponen tres días la bandera en el centro-derecha y tienes que hilar muy fino para no irte al bunker del fondo o dejarla muy corta».

Algo tiene este par 3 que en cualquier otro campo no sería decisivo y que en este impresionante paraje de Georgia ha emborronado tantas tarjetas e incluso ha decidido el torneo. Es tal su poder hipnótico que afecta también a los jugadores en el 11 porque ya piensan en el 12. Y en el 13 si han salido escaldados del Golden Bell, algo que suele suceder bastante a menudo.

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Que se lo pregunten a Jordan Spieth, que en el domingo clave de 2016 llegó a este punto del recorrido como líder con cinco golpes de ventaja y enterró sus opciones de enfundarse la chaqueta verde por segundo año consecutivo. El tejano, hoy recuperando sensaciones después de una grave crisis tras un estrellato precoz y fulgurante, ya había encadenado dos bogeys en el 10 y en el 11 antes de situarse en el tee del 12. Envió dos bolas al agua y se acabó lo que se daba. Un 'Major' sumergido en el arroyo Rae.

Una década antes los 142 metros entre la salida y la bandera decidieron el duelo en la cumbre que mantenían Greg Norman y Nick Faldo. El australiano sucumbió a los malvados encantos de este punto embrujado y dejó el camino libre al británico. El récord negativo de golpes lo comparten Tom Weiskopf y el japonés Nakajima. Trece necesitaron para embocar.

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También Jon Rahm ha conocido el efecto imán de este riachuelo, aunque por fortuna para él fue en la ronda de prácticas en 2017, la edición en la que debutó en este Grande tan especial. Después, ya en la competición, también fue víctima en su estreno de la maldición del Golden Bell, con un bogey el jueves y un doble bogey el sábado.

Sin embargo, el Amen Corner no se le dio nada mal y compensó lo sucedido en el 12 con dos birdies en el 11 y en el 13. En este último logró incluso un eagle. Fue, de hecho, el jugador que mejor resultado obtuvo en este trío infernal de hoyos en el cómputo global de las cuatro jornadas. La lección le sirvió porque en los años siguientes afinó su paso por el par 3, lo que le abrió las puertas del 'top ten' cuatro veces seguidas.

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