Rahm, junto a su mujer Kelley Cahill y sus dos hijos, Kepa (en sus hombros) y Eneko, el pequeño de la casa. PGA Tour

El hijo de Rahm practica golf con una botella y hace las delicias del público

Kepa, el primogénito del deportista vizcaíno y su mujer Kelley Cahill, arrancó las risas de los espectadores por sus juegos sobre el verde

Silvia Osorio

Lunes, 20 de febrero 2023, 09:14

Al igual que su padre, Kepa, el hijo mayor de Jon Rahm también se ganó al público del Genesis Invitational, el torneo que ha vuelto a encumbrar al de Barrika al número 1 del golf mundial. El pequeño, acompañado de su madre, la norteamericana, Kelley ... Cahill, fue también uno de los protagonistas del campeonato. Y no solo por apoyar e insuflar ánimos a su 'aita' para que amarrase la gesta que finalmente consiguió, sino también por hacer las delicias del público practicando el deporte que tan buenos réditos está dando al golfista vizcaíno.

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Finalizado el torneo celebrado en Los Ángeles, el tercer 'grande' que se lleva Rahm en lo que va de año, el primogénito del deportista se dedicó a meter botellas de agua en varios hoyos alentado por Kelley y bajo la atenta mirada de numerosos espectadores, que se desternillaban de risa con las ocurrencias y peripecias del crío y le ovacionaban cada vez que acertaba con su particular golpe.

Kepa, que está a punto de cumplir 2 años, es un simpático niño rubito que desde que nació ha tenido una vinculación muy directa con el golf. Quien sabe si en un futuro se dedicará a esta disciplina, que su padre tanto domina. Pero lo que está claro es que el pequeño y su hermano Eneko, el benjamín de la casa, son un apoyo fundamental para Rahm en todos los campeonatos. Su mujer es una habitual en la grada.

En la rueda de prensa posterior a la finalización de la competición, el de Barrika dio cuenta de la importancia que para él tiene que su familia le arrope en cada torneo. Sus hijos y su mujer, con la que se casó en diciembre de 2019 en la Basílica de Begoña, en Bilbao, le ayudan a aplacar los nervios que siente como cualquier «humano» que se enfrenta a un reto de esta magnitud.

«Los niños son una bendición en muchos sentidos y en este también. Desde que llegué a casa, Kepa, porque Eneko ya estaba frito, se me echó encima y solo quería jugar. Y así pasé dos horas y media hasta que acabó fundido. En todo ese rato no pensé nada en el golf. Nada importaba. Esto me hace la vida más fácil y lo que ocurre en el campo importa un poco menos, se minimiza», detalló el orgulloso aita.

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