El trofeo del PGA Championship lleva inscrito el nombre de Rodman Wanamaker, un magnate que amasó su fortuna en los años 20 del siglo pasado con una red de grandes almacenes en Estados Unidos y que era además un apasionado del golf. El empresario impulsó ... la reunión con jugadores profesionales que alumbró el torneo –hoy en día uno de los cuatro que conforman el Grand Slam junto al Masters, el US Open y el Abierto Británico– y añadió a su legado la copa que distingue a los campeones. Es el trofeo más voluminoso de los 'Majors': pesa 12 kilos, tiene 71 centímetros de altura y más de 68 del extremo de una de las asas al otro. Pero sobre todo tiene una historia azarosa y llena de vicisitudes que alcanzó su momento culminante en 1925 cuando el legendario Walter Hagen, ganador de cinco citas del PGA, la extravió una noche.
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Al golfista de Rochester, formado a escasos kilómetros del Oak Hill Country Club y ganador de once Grandes a lo largo de su carrera, le gustaba el deporte pero también derrochar el dinero en fiestas interminables en las que el champán se consumía como agua. Fue un genio con la bolsa de palos y un trasnochador irredento. Desde que se disputó el primer PGA, en 1916, los vencedores se llevaban el galardón a su casa con el compromiso de devolverlo al año siguiente por si cambiaba de manos. Hagen lo tuvo en su residencia en 1924 y lo debería haber custodiado también un año después, pero lo perdió por su amor por la noche horas después de levantarlo en el campo. El neoyorquino se dirigía con el trofeo a su hotel en taxi y vio a unos amigos de celebración en la calle. Se unió a ellos y pidió al taxista que se lo llevara al hotel. Nunca llegó.
No se lo dijo a nadie. Cuando en 1926 se presentó en el PGA y los organizadores le reclamaron la copa, les respondió que estuvieran tranquilos, que la iba a volver a ganar. Y lo hizo. La escena se repitió en 1927. Y volvió a triunfar. Había ganado cuatro citas del PGA seguidas. Pero incluso Hagen sucumbió a la imprevisibilidad del golf y en la siguiente edición el campeón fue Leo Diegel. Al de Rochester no le quedó más remedio que admitir que la había extraviado y los rectores de la competiciòn tuvieron que improvisar para mantenar la tradición, aunque fuera con una réplica. Un lustro después de que el mítico golfista dejara la copa original al cuidado de un taxista, un empleado de una empresa de limpieza la encontró en el sótano de la corporación L.A. Young & Company, fabricantes de palos de la marca Walter Hagen, en Detroit.
Hubo una reunión de los responsables del torneo para decidir el siguiente paso. ¿Volvía a entregarse el original a los campeones o la copia? Se optó por la segunda opción. El legado de Rodman Wanamaker reposa desde entonces en la sede del PGA de de Port St. Lucie, en Florida. Los ganadores todavía conservan el galardón durante un curso y lo devuelven al siguiente. Lo que sí se quedan para ellos de por vida es una réplica más pequeña y una medalla de oro. Por cierto, a Walter Hagen –retratado con una frivolidad injusta en la película 'La leyenda de Bagger Vance', dirigida por Robert Redford– no pareció afectarle demasiado lo sucedido con la copa. Sí le reconcomió haber perdido ante Diegel la posibilidad de enlazar cinco citas de la PGA. Así que en 1929 se tomó la revancha y volvió a vencer. Y claro, se llevó una copia del trofeo a su casa.
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