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El golf profesional es un deporte sosegado. No como el rugby, en donde los contrincantes se muelen a palos, ni como el fútbol, en donde se sacuden patadas de lo lindo, ni siquiera como el basket con sus empujones para ganar la zona. Es un ... deporte en el que, a pesar de jugarse con palos metálicos impera la corrección. Nada de violencia. Los adversarios se saludan al principio y se despiden al final. En medio, algunas palabras de cortesía y a veces ni eso. Los espectadores siguen el desarrollo de los partidos en silencio o con ligeros y apagados apoyos a sus ídolos. Los fallos del contrario no se jalean, como ha empezado a suceder en el tenis. Simplemente se ignoran.
Pero hay una excepción, que es la Ryder Cup en la que, ahora, se enfrenta un equipo europeo con otro americano. Hubo que ampliar el espacio inicial limitado a las Islas, porque no había manera de igualar la competición. Los EEUU tienen más licencias, más campos y muchísimos más patrocinadores, aunque como ocurre con el fútbol, el dinero de los árabes ha llegado para trastocarlo todo. Pero, en la Ryder, además de ser muy bueno con el palo hay que saber jugar en equipo y eso ha igualado las supuestas desigualdades iniciales. Resulta llamativo que en la inmensa mayoría de los casos las parejas europeas caminen juntas de hoyo a hoyo comentando las incidencias del juego, mientras que en las americanas vayan cada uno a su bola.
También es un deporte con enormes tradiciones. La primera edición oficial se celebró en 1927 gracias al empuje de Samuel Ryder un empresario británico fanático del juego y tan solo participaron en ella jugadores procedentes de las Islas Británicas que, entre 1935 y 1973, fueron capaces de ganar el trofeo una sola vez. En 1973 se incorporaron los irlandeses y 1979, y gracias a Severiano Ballesteros, se abrió al resto de jugadores europeos. La cosa cambió mucho desde entonces. La edición que se celebró durante el fin de semana pasado en Roma por primera vez concitó a cientos de miles de espectadores 'in situ' y a millones más, sentados en sus casas frente al televisor. Ahora, el silencio está proscrito y la cortesía se ha relajado mucho. Los buenos golpes locales se jalean con estruendo, mientras que los fallos ajenos se reciben con entusiasmo.
Al llegar a Roma, el equipo europeo no parecía disponer de la talla suficiente para dar la réplica a los americanos, pero el inicio del viernes fue arrollador por la mañana 4-0 y más equilibrado por la tarde 2,5-1,5 para un total de primer día de 6,5- 1,5. Ni en sus mejores sueños, los aficionados se imaginaban algo semejante. La mañana del sábado mantuvo el empuje europeo pero a la tarde EEUU renació, aprovechando quizás la salida de Rahm del equipo y el buen momento de los Homa, Cantlay y Morikawa. La jornada de ayer, la última y definitiva, se presentaba muy favorable a Europa. Los americanos debían repetir algo parecido a Medinah, aunque esta vez a su favor. El resultado fue un empate, pero la ventaja acumulada permitió retener la Copa. Sin duda, un gran éxito europeo.
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