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José Manuel Cortizas, Corti, anotaba cualquier pequeño detalle de la carrera de Jon Rahm en un cuaderno azul. La 'Biblia', lo llamaba. Cada torneo, cada resultado. Cada golpe, vaya. Los pares editados con un fino rotulador negro, los birdies con el verde y con el ... rojo los bogeys.
Lo que no incluía tan preciada y doméstica libreta era una hoja de ruta que vaticinara el estreno ganador de Jon en un Grande precisamente en el US Open, un santuario sagrado e inaccesible al que ni siquiera Seve tuvo acceso. Si acaso, una vez consultada la Biblia y examinada cada vuelta en los 'majors', Corti concluía que su primera gran campanada habría de llegar en Augusta. Ciertamente era lo más razonable, en vista de los sobresalientes registros de Rahm en el coloso de Georgia (a día de hoy, cinco participaciones con todos los cortes pasados y cuatro top ten consecutivos en sus últimas comparecencias).
Al morrosko de Barrika sólo le faltaba ya que le colgáramos la etiqueta de pionero. Pero de alguna manera es obligatorio hacerlo, una vez que ha sido él quien ha sumado por primera vez este logro en su palmarés y en el del golf español.
Jon ha ido a ganar el Grande más salvaje, el que demanda un juego de regla y cartabón, por supuesto, pero sobre todo el que exige más que ningún otro una mentalidad a prueba de frustraciones y penurias. En el US Open la línea que separa el alivio o la euforia del lamento y el crujir de dientes es más delgada que en cualquier otra cita del golf de alta competición. Tan delgada, que incluso se hace imperceptible por momentos.
Jon ha ganado el US Open en dura competencia, además, con buena parte de la flor y nata del golf mundial (McIlroy, Koepka, DeChambeau, Morikawa, Johnson, Thomas, Schauffele, Oosthuizen, Scheffler…), una excelsa alineación de planetas dominical que no suele darse con frecuencia y que añade un barniz de pura leyenda a la talla del logro. También ha reconquistado el número uno del mundo. Pero hay otros tesoros intangibles, tanto o más valiosos, que se lleva de San Diego y que en realidad comenzó a reunir dos semanas atrás, cuando el maldito virus lo dejaba sin un triunfo cantado en el Memorial: Rahm se ha ganado al fin todo el respeto, la admiración y el cariño de los medios y los aficionados anglosajones y, en especial, estadounidenses. No hay más que leer las crónicas de las grandes cabeceras, especializadas en golf o no. Por su manera de competir, claro, pero también por el modo exhibido de asimilar los contratiempos, reconocer los errores y, en definitiva, de ser y estar en el mundo.
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