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No es que esperásemos una especie de tregua olímpica entre ambos, un cese momentáneo de sus hostilidades mientras durase la crisis del coronavirus, pero que ... en estos momentos tan difíciles suban el volumen de su gresca particular resulta especialmente grotesco. Lo de Javier Tebas y Luis Rubiales, la verdad, ya no hay por donde cogerlo. Es algo demasiado cansino, una rivalidad cutre, con olor a pies, que no sólo está deteriorando la imagen del fútbol español, cada vez más asociada a los goyescos duelos a garrotazos entre estos dos señores, sino también perjudicando su crecimiento. ¿O alguien cree que esta guerra abierta entre LaLiga y la Federación está saliendo gratis, que ofrece los mismos resultados un inteligente trabajo en común que otro realizado entre broncas, enfrentamientos y recelos mutuos?
La última polémica no puede ser más reveladora del tipo de antagonismo que existe entre ambos. En el fondo, se trata de la aversión mutua de dos tipos ambiciosos y encantados de haberse conocido a sí mismos que han logrado triunfar. Cada uno con sus armas. Tebas como un abogado listo que supo moverse por las espesuras del fútbol de las leyes concursales de principios de siglo como Cocodrilo Dundee por las tierras salvajes de Australia. Y Rubiales como un exjugador que consiguió hacerse un nombre como sindicalista y luego esperar su momento para dar el salto a la presidencia de la Federación desmarcándose justo a tiempo de Ángel María Villar, el hombre a cuya sombra había prosperado.
Su primer choque no se hizo esperar. Era cuestión de tiempo. Tebas sólo llevaba dos años como presidente de la patronal cuando en 2015, tras unos meses de tiranteces, la AFE de Rubiales le montó una huelga. Casillas, Iniesta y Xavi se sentaron a la mesa junto a él el día del anuncio de la convocatoria. Desde entonces, la guerra ha sido continua. Resumiendo, podríamos decir que se han dicho de todo, se han querellado y se han amenazado. Sólo les ha faltado mandarse a los padrinos para un duelo, pero es porque eso ya no se estila y porque ellos no entienden de lances de honor.
Lo de este último episodio, como decíamos, no puede ser más ilustrativo. Resulta que con el país en estado de alarma y el mundo del fútbol abrumado por una crisis cuya dimensión todavía se desconoce, Rubiales y Tebas vuelven a tirarse los trastos a la cabeza. El presidente de la RFEF anunció el miércoles un paquete de medidas económicas para garantizar la supervivencia de los clubes. La más destacada era un crédito bancario de 500 millones con la garantía de los derechos de televisión. Pues bien, a su homólogo de LaLiga le faltó tiempo para decirle que gracias, majo, pero que no, que esa iniciativa en todo caso sería cosa suya porque así lo dice el real Decreto 5/2015 de venta centralizada de derechos de televisión. A lo cual la Federación le respondió que no, que la Liga no puede pedir ese tipo de créditos salvo que sea para que los clubes paguen deudas a la Administración. Un pequeño lío, sí, pero con una lectura muy sencilla. De haber tenido una relación normal y un poco de altura de miras en estos tiempos dramáticos, Tebas y Rubiales se hubieran puesto de acuerdo en ese crédito y lo hubieran anunciado juntos en público. Hubiera sido un ejercicio de responsabilidad.
La incertidumbre es total en estos momentos. Los dos machos alfas del fútbol español siguen marcando su territorio y, mientras tanto, los futbolistas no consiguen elevar una única voz clara y potente en medio de la crisis. Al contrario, el liderazgo de David Aganzo al frente de la AFE está en el alambre, cuestionado en primer lugar por los mismos que le auparon al cargo y obligado a hacer unos equilibrios imposibles entre la Federación y la LaLiga. O sería mejor decir entre Tebas y Rubiales, que no admiten equidistancias. O estás con ellos o contra ellos. En fin, que hay buenas razones para preocuparse por el futuro del fútbol español. Sin querer, uno acaba poniéndose unamuniano y preocupándose no ya por el paisaje que nos rodea, tan triste y vacío, sino por determinado paisanaje.
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