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Paolo Rossi exprimió a 'Naranjito', la cítrica mascota del Mundial 82, y gol a gol se bebió el zumo de la gloria. Y eso que al entrenador italiano Enzo Bearzot le pitaban los oídos desde que le convocó para la cita de España. Ma che ... cosa fai? (¿Qué estás haciendo?) murmuraban entre dientes millones de aficionados de la selección 'Azzurra'. El ariete, acusado de participar en apuestas futbolísticas ilegales, había pasado dos años en blanco por una sanción. Pero volvió a la competición meses antes del día D y el veterano entrenador de Italia, pese a las suspicacias sobre el estado de forma del 'Capocannoniere', no lo dudó.
Si a veces el fin justifica los medios, cómo no va a justificar a los delanteros. Aún más a los enrachados, debió pensar el técnico. Sobre todo cuando un triplete del letal número 20 eliminó a la maravillosa Brasil en el memorable duelo en Sarriá (3-2). El día que perdimos la inocencia, cuando quedó claro que no siempre gana el mejor y, precisamente, ahí radica buena parte de la inigualable grandeza de este juego.
Dos goles más de 'Pablito' decidieron después la semifinal de Italia ante Polonia. El futbolista, fallecido en 2020, también abrió el marcador en la final ante Alemania en el Bernabéu. Casi un paseo triunfal ese 3-1 para los Zoff, Cabrini, Tardelli (icónica la foto con los brazos extendidos tras su gol, sólo superada por el alavesista Serrano en el ascenso del Alavés en el 98), Scirea, Antognoni, Conti.... Así que convertido en rifle de repetición en los partidos determinantes, el gran protagonista del Mundial encadenó seis tantos en una inesperada explosión goleadora que concedió el título a los combativos transalpinos. Pocos días antes, tras su nulo acierto en los tres choques iniciales del campeonato, todo un país se preguntaba si Rossi era de verdad un delantero de talla internacional. La respuesta era sí. También que cuando se trata de fútbol y de situaciones sin vuelta atrás ante la portería contraria entre el blanco y el negro no suele haber matices.
Cada cual poseerá sus recuerdos, aunque en el imaginario colectivo de la cita del 82 Brasil y Francia reinaron sin corona . En aquellas semanas de fiesta permanente. Cualquier Mundial resulta para el aficionado motivo de celebración. En función de los horarios, desde el alba hasta el ocaso. En la retina, incluso, un partido anterior al inicio del campeonato. El amistoso que la escuadra gala disputó en Atocha y ganó ante la Real Sociedad (0-3) apenas unos días antes del Mundial. Platini cazó un soberbio derechazo a la escuadra para advertir que aquella selección de centrocampistas exquisitos (Giresse, Tigana...) que iba a competir de inicio en Bilbao producía piezas futbolísticas de calidad suprema.
Desde las gradas guipuzcoanas uno recordaba entonces que dos años antes el antiguo campo de la Real Sociedad había acogido un Alavés-Murcia con los albiazules como locales. Después del cierre de Mendizorroza tras el duelo copero frente el Valladolid que acabó en desorden público y botellazo a un auxiliar. Aquel conjunto alavesista de los Galarraga, Larrañaga, Morgado, Urdaci, Señor, Sánchez Martín... No lo sabíamos, pero faltaban 18 años para regresar a Primera División. Perdón, que esto es otra historia.
Brasil y Francia, decíamos. Si el fin hubiese justificado los medios (o centrocampistas en este caso) la Copa del 82 se expondría ahora mismo en Río de Janeiro. Cerezo, Junior, Falcao y el doctor Sócrates. Un póker de magos del balón. Con Zico y Eder por delante. El equipo de Tele Santana desafiaba todas las normas futbolísticas. Incluso la de que un buen portero y un delantero centro goleador resultan imprescindibles. Waldir Peres no paraba ni los taxis debajo de la portería y Serginho figura todavía hoy como el nueve más torpe en la historia de la 'verdeamarela'. Aún así, solo el acierto de Rossi, la mala fortuna y la creencia en el fútbol espectáculo -jugando a ganar ante Italia cuando les bastaba el empate- apartaron a los sudamericanos de la posibilidad de pelear por la corona. Aunque como la Holanda de Cruyff, la estética del juego brasileño ha sobrevivido incluso a la derrota.
Francia. Otra fatalidad acabó con ellos. En aquella semifinal del Pizjuán. Cuando todavía Lineker no había acuñado aquello de que 'el fútbol es un juego de once contra once donde siempre ganan los alemanes'. Pero así lo sintió el equipo dirigido por Michel Hidalgo. Con un 3-1 en la prórroga resucitó Alemania de las botas de Rummennigge. Un tipo que, físicamente muy mermado por una lesión, entró en el campo a última hora para reducir distancias y permitir más tarde el empate. Los penaltis decidieron para los teutones. El meta Schumacher, que había partido la pierna a Battiston sin siquiera ver cartulina amarilla, acabaría como héroe y villano del partido.
Sí. España también jugó en su Mundial. O algo parecido. Aquel equipo trufado de futbolistas de la Real Sociedad (campeona de Liga) y del Real Madrid nunca funcionó. ¡Empate con Honduras¡ ¡Derrota ante Irlanda del Norte¡ Victoria finalmente frente a Yugoslavia y agónica clasificación para la segunda fase: un triangular ante Alemania e Inglaterra. Eliminación sin paliativos. Fracaso completo de la escuadra dirigida por José Emilio Santamaría y, en cambio, brillo de algunos actores teóricamente secundarios como Camerún o Argelia. El primer combinado volvió a casa por diferencia de goles tras rozar la eliminación de Italia y el segundo por uno de los 'tongos' más recordados en los mundiales. Aquel choque de Gijón donde Alemania venció a Austria (1-0). Gol a los diez minutos y ochenta posteriores de tregua con un resultado que permitía la clasificación de ambos. 'Que se besen', cantaba el Molinón como único entretenimiento.
Aunque para anécdotas mundialistas la del Francia-Kuwait disputado en Valladolid. Nada menos que un jeque bajó al césped en pleno partido y logró que se anulase un tanto. Era el 4-1 para los galos, pero el equipo kuwaití se había parado al completo al escuchar un silbato. El sonido, se decidió, había partido desde las gradas y no del árbitro.
Otras imágenes asociadas por definición a la cita del 82 son las del durísimo y hasta violento marcaje de Gentile a Maradona en el Italia-Argentina. También las de los jugadores de la extinta URSS preguntándose cómo el colegiado español Lamo Castillo dejaba sin sanción dos clamorosos penaltis cometidos por Brasil y les anulaba un tanto legal. Claro que Joao Havelange, compatriota de los cariocas y que ejercía entonces de presidente de la FIFA, asistía al partido desde el palco. Historias del fútbol. 41 años largos desde la gesta de Rossi. Siete cortos para otro Mundial en España.
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