alain mateos
Miércoles, 1 de diciembre 2021, 10:51
Catar está a un año de convertirse en el centro del mundo del fútbol. El próximo mes de noviembre albergará el Mundial y recibirá millones de aficionados de todos los colores, aunque este último punto preocupa a las autoridades locales. Muy conservadores, los cataríes presumen ... de una cultura que condena la homosexualidad, entre otras, con penas de hasta cinco años de cárcel.
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A pesar de este tipo de leyes y la elección fraudulenta, la FIFA permitió que Catar continuase como sede del Mundial de fútbol de 2022. Y a un año vista, el presidente del comité organizador, Nasser Al-Khater, ya advierte a todos los aficionados que quieran desplazarse del comportamiento que deberán mostrar. Tendrán que regirse por la cultura del país. «Catar y los países vecinos somos mucho más recatados y conservadores. Eso es lo que pedimos que respeten los aficionados, y estamos seguros de que así lo harán», avisa.
Es un mensaje directo al colectivo LGTBI, que ha denunciado las leyes del país desde que la FIFA les designase como sede mundialista. «La homosexualidad no está autorizada. Las demostraciones de afecto en público están mal vistas, y eso vale para todos», afirmó Al Khater en una entrevista en la CNN.
No fue la única polémica que abordó el presidente del comité organizador. Sobre los obreros migrantes muertos en las obras de los estadios, Al Khater presumió de los avances del país en derechos de los trabajadores y su bienestar: «La gente también debería reconocer las responsabilidades que Qatar ha tomado para progresar, promulgar leyes, y proteger a los trabajadores». Lo cierto es que desde que comenzaron las grandes obras en Catar, cerca de 6.500 migrantes han perdido la vida. Países como India, con 2.711 fallecidos, Nepal (1.641) o Pakistán (824), lideran las estadísticas. Amnistía Internacional (AI) ya denunció en un comunicado en noviembre abusos contra los empleados inmigrantes y exigió medidas «urgentes» para agilizar el proceso de reforma de la legislación laboral.
La elección de Catar como sede del Mundial en 2010 marcó un antes y un después en el mundo del fútbol. Posteriores investigaciones periodísticas demostraron la elección fraudulenta del país organizador gracias a los sobornos a altos cargos de la FIFA. La cúpula que dirigía el fútbol en aquel momento cayó como un castillo de naipes, aunque los nuevos dirigentes mantuvieron a Catar como país organizador pese a las leyes anti-homosexuales y los miles de obreros migrantes fallecidos en sus instalaciones.
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