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El Mundial de 1982 prolongó unas cuantas décadas la vida de un San Mamés que para entonces era, como todos los de la época, un campo que se había quedado pequeño y antiguo. Desde su alumbramiento en agosto de 1913, la vieja Catedral había ido ... creciendo como si de un organismo vivo se tratara. Apenas habían pasado doce años desde su inauguración cuando el Athletic se vio obligado a ampliar la tribuna original de madera y complementarla con una pequeña grada detrás de la portería Norte. Cuarenta años después del estreno, en 1953, se construyó la tribuna principal de hormigón, la más grande del mundo entonces, sostenida por el arco que dio carácter a la Catedral, un prodigio de la ingeniería local de la época, que consiguió una gran tribuna cubierta sin necesidad de utilizar postes que molestaran la visión de los espectadores, algo inédito entonces.
El arco se convertiría en protagonista de la última remodelación, la que dejó San Mamés listo para acoger el Mundial. El Athletic se negó en redondo a prescindir de lo que ya era una imagen de Bilbao, así que los responsables de la obra se las tuvieron que ingeniar para reconstruir toda la tribuna principal sobre unos nuevos apoyos que aliviaban el papel decisivo del arco en la estructura.
El 17 de mayo de 1980 comenzaron oficialmente los trabajos en San Mamés. El 10 de junio, a las ocho de la tarde, la dinamita derribó la tribuna Norte. «Adiós a un trozo de historia rojiblanca», se lamentó la prensa al día siguiente. El Athletic tuvo que jugar algunos partidos entre obras, grúas y excavadoras, pero el esfuerzo realizado para poder celebrar en Bilbao el Mundial'82 mereció la pena.
Fue una muy buena operación para el Athletic, que se hizo con un campo moderno que le permitió ensanchar su base social. San Mamés pasó a tener un aforo de 45.000 espectadores y se sumaron 5.358 nuevos socios a los 24.362 ya existentes. Los nuevos asociados tuvieron que pagar por adelantado las cuotas de cinco años, lo que inyectó en el club un capital que, junto a los créditos oficiales que recibieron todos los implicados en el Mundial, permitió afrontar una obra presupuestada en 700 millones de pesetas (4.207.000 euros).
San Mamés lucía moderno con sus dos videomarcadores Mitsubishi, tecnología punta japonesa, que sustituían al viejo marcador simultáneo Dardo, sobresaltando a todo el mundo con un pitido electrónico que anunciaba los goles en otros campos. El aspecto era excelente.
Las 'tripas' del recinto rojiblanco ya eran otra cosa. La vieja Catedral había ido creciendo de acuerdo con las necesidades del Athletic, pero los que hicieron la remodelación solo pensaron en las necesidades del Mundial.
El viejo vestuario local desapareció para dejar sitio a un set de televisión. El Athletic y el rival dejaron de saltar al campo desde las dos esquinas de la tribuna Principal. La FIFA exigía que los dos equipos salieran juntos por un túnel central, así que los vestidores se trasladaron allí. Como el vestuario del árbitro debía estar separado, se habilitó otro espacio que no serviría para el día a día de la Liga así que, una vez finalizado el Mundial, se remodeló el vestuario visitante para construir el habitáculo para el trío arbitral. Como consecuencia, la caseta del visitante de San Mamés fue una de las más pequeñas de la Liga.
La sala de prensa del Mundial no volvió a utilizarse hasta una década más tarde porque los medios de comunicación siguieron con su costumbre de apostarse junto a la puerta del vestuario al final del partido. Un dédalo de pasillos y espacios sin utilidad horadaba los bajos de la tribuna Principal. Al otro lado, justo debajo de uno de los flamantes videomarcadores, el Athletic tuvo que improvisar a toda prisa unas taquillas que no figuraron en el proyecto original. Pese a todos los inconvenientes, la Catedral cobijó al Athletic tres décadas más, hasta que las exigencias del nuevo fútbol hicieron imposible que siguiera creciendo sobre unas costuras que ya no daban más de sí.
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