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Leticia Gómez
Miércoles, 12 de junio 2024
Descorazonador. Por tercera vez consecutiva, el Eibar se sumerge en un mar de lágrimas tras verse obligado a despedirse de su sueño de volver a Primera sin ni siquiera tener la opción de disputar la gran final a la que aspiraba tras traerse un resultado ... positivo de Oviedo. No le hacía falta ganar. Con empatar incluso teniendo que alargar su agonía en una prórroga le bastaba para esperar con impaciencia al rival que saliera de la otra eliminatoria, pero una vez más cayó víctima de la maldición que ya enterró sus esperanzas en los dos playoffs anteriores, y tuvo que hincar la rodilla ante la desesperación de una hinchada azulgrana que había conseguido llenar su corazón de ilusión de nuevo tras recuperarse de las dos grandes decepciones vividas en las dos pasadas campañas.
Convencidos por la confianza que les había transmitido Joseba Etxeberria y los suyos tras la solidez mostrada en el Carlos Tartiere, todos subieron a Ipurua convencidos de que esta vez sí, el equipo armero iba a demostrar que había memorizado mejor que nunca la lección. Pero la teoría es una cosa y la práctica otra, y al igual que le había ocurrido en sus dos tentativas anteriores, el Eibar falló en lo básico. Pese a ser el máximo goleador del campeonato con una diferencia de casi 20 goles respecto al resto, no solo no fue capaz de marcar un gol, sino que además se cayó como un castillo de naipes en cuanto el Oviedo encontró la grieta en una fortaleza que no fue tal.
El gran error fue pensar que lo que sirvió en Oviedo iba a valer para Ipurua. Para sorpresa de muchos, Etxeberria volvió a prescindir de Sergio León, el único delantero nato en el que confiar ante la baja de Bautista. Y aunque en un principio sí se pudo ver a un Eibar dispuesto a meterle el miedo en el cuerpo a su rival, lo cierto es que salvo por una opción inicial de Stoichkov y la gran ocasión que Leo Román le negó a Corpas antes de la primera media hora, el resto acabó convirtiéndose en una agonía que Alemao ya anticipó con dos remates antes del descanso.
A saber qué habría pasado si el meta ovenetense no hubiera sido un muro infranqueable en una falta directa que el hasta entonces desdibujado Aketxe lanzó con intención al palo largo. La cruda realidad se impuso cuatro minutos después, cuando Alemao hizo el primero. Por muchos golpes que uno reciba, nadie se acostumbra a tanto dolor. Y aunque el sueño seguía estando a un gol que Soriano no pudo marcar con un disparo desde la frontal, la pesadilla se hizo realidad cuando Sebas Moyano fusiló todas las esperanzas al rematar llegando desde atrás. Y ahí está la clave que lo explica todo. Mientras el fondo de armario del Eibar no dio ni ha dado en todo el año, dos de los jugadores que salieron del banquillo oventense fueron los autores de las dos asistencias. Para hacérselo mirar muy seriamente.
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