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PERU OLAZABAL
Miércoles, 12 de mayo 2021, 11:07
El Barakaldo quiere obtener los mejores resultados posibles en estas semanas de competición a pesar de que ya certificaron su descenso. Del mismo modo, quieren aprovechar esta fatídica circunstancia para probar a juveniles en las filas del primer equipo de cara a sustentarse de algunos de ellos en un futuro cercano. El pasado domingo, el cuadro fabril no pasó del empate ante la Mutilvera, pero más allá del resultado, la gran noticia fue el debut de Iker Rubio. Un debut especial. «Ha sido muy especial para mí, para mi aita y todos mis amigos», declara a EL CORREO.
El joven de 19 años es socio del club desde que tenía seis meses de vida y, hasta que la pandemia lo impidió, se dejaba la garganta cada fin de semana desde el fondo sur siendo miembro de Indar Horibeltz. La máxima aspiración de cualquier aficionado es defender los colores de su equipo en el verde y este baracaldés ahora puede presumir de haberlo hecho. «Haber debutado con el Barakaldo para mí significa cumplir un sueño», resalta Iker Rubio. El defensa central saltó al terreno de juego en el minuto 86 junto a otro juvenil como Igarki Grande y ese ya será un momento que guardará durante toda su vida. «He vivido tantos partidos desde la grada que para mí fue una sensación inexplicable», apunta.
Iker Rubio actúa como defensa central y fichó hace dos años por el Juvenil B del Barakaldo, después de avanzar por las categorías inferiores del Retuerto. El zaguero ya se ha convertido en el capitán del Juvenil A y, al estudiar de tarde, alterna entrenamientos con el primer equipo. Sin embargo, no esperaba que el miércoles de la semana pasada, Jabi Luaces le dejase caer que quizás entraría en la convocatoria para un partido oficial. El jueves ya se lo confirmaron y la ilusión junto a los nervios invadieron al joven futbolista. «Desde ese día estuve muy contento, pero sobre todo muy nervioso, me hacía muchas preguntas a mí mismo», revela.
En cambio, el día del partido se apaciguó al pisar Lasesarre. Lo único que se le hacía extraño era «ver el campo desde dentro y desde el banquillo, estando acostumbrado a verlo desde la grada». Fue entrar al campo y centrarse únicamente en el encuentro. «En el momento lo viví como un partido más, fue luego cuando acabó que me di cuenta de lo que había hecho», manifiesta. La única nota negativa fue que el partido fue a puerta cerrada. De lo contrario, el público habría enfebrecido con la entrada de uno de los suyos. «Si hubiera sido con público, el debut habría sido inmejorable, esa es la única pega», reconoce. De todos modos, pudo sentir el calor de la afición con una pancarta hecha por Indar Horibeltz en la que se leía «Zorionak Anaia, gutariko bat» (Felicidades hermano, uno de nosotros).
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