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A James Braddock le apodaron 'Cinderella Man'. El hombre Cenicienta; el chico pobre de origen irlandés que pasaba hambre en un suburbio de Nueva York y que tumbó al invencible Max Baer en aquel combate por el título mundial de los pesos pesados. Esas cosas ... pasan. Hay más ejemplos: el Amorebieta, el club de fútbol de una localidad de apenas 19.500 habitantes que cabrían de sobra en la mayoría de los estadios de los rivales que le esperan la próxima temporada en su histórico debut en Segunda División. Con un presupuesto de 650.000 euros que no da ni para pagar a alguno de los goleadores de la categoría a la que sube, el conjunto vizcaíno es ya el protagonisa de un cuento de hadas. 'Cinderella club'.
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Viajar en Segunda será un lujo para el Amorebieta. Nadie es tan pequeño. Se enfrentará a equipos que representan a capitales de provincia, barrios populosos de Madrid o ciudades de más de cien mil habitantes. Zaragoza tiene 666.000 vecinos. Málaga, 569.000. Valladolid, 414.000. Vallecas, 350.000. Oviedo, 220.000. Cartagena, 213.000. Gijón, 271.000. Fuenlabrada, 193.000. Sabadell, 216.000... Incluso, los que menos población suman, Miranda de Ebro (35.000) y el recién descendido Eibar (27.000), tienen más que Amorebieta.
Su tránsito por la categoría de plata será una gesta semanal. Ni siquiera le sirve su campo, Urritxe, que apenas puede albergar a 1.300 espectadores. Ascender a Segunda supone integrarse en la élite del fútbol profesional y la Liga obliga a disponer de estadios con capacidad para 6.000 espectadores. El Amorebieta se verá obligado a un exilio cercano, a jugar en Lezama, Lasesarre o Ipurua. Eso sí, visitará campos dignos de Primera, como La Rosaleda (Málaga), con 30.000 asientos, o el Tartiere (Oviedo, 29.800), o La Romareda (Zaragoza, 34.590), o El Molinón (Sporting Gijón, 29.500) o el Gran Canaria (Las Palmas, 31.250).
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Hasta los más humildes de la Liga SmartBank son más ricos que el conjunto vizcaíno. En el estadio O Couto de Orense caben 5.500 seguidores, por debajo del límite exigido. Anduva, en Miranda de Ebro, acoge a 5.700. El campo de Santo Domingo, en Alcorcón, a 7.000. Y El Toralín, en Ponferrada, a 8.000, como en Ipurua. Para encontrar los datos del Amorebieta hay que sacar la lupa. En eso reside su gran mérito. En el camino a Segunda ha tumbado sobre la lona a rivales mucho más poderosos. Y los que le esperan lo son aún más, mucho más.
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Tendrá, eso sí, un chute económico. Por los derechos televisivos, los clubes de Segunda reciben como mínimo 5,5 millones de euros. Sólo eso supone multiplicar por diez el presupuesto actual de una entidad en la que nadie cobra más de 1.500 euros y en la que todos los jugadores lo son a tiempo parcial, repartido entre el fútbol y el trabajo o los estudios. Cuando llegue el debut en Segunda, el Amorebieta subirá a un cuadrilátero para pesos mucho más pesados. Pero que nadie se fíe de Cenicienta. Ha demostrado su pegada.
La UD Ibiza ya es equipo de Segunda División. Tras tan solo cinco años desde su fundación, derrotó al UCAM Murcia en el 'play off' de ascenso y coronó el proyecto que comenzaron en verano de 2015 un grupo de empresarios encabezados por Amadeo Salvo. Un gol de Ekain de penalti sirvió para poner la guinda a un año de ensueño. Por primera vez en la historia de esta isla uno de sus equipos milita en esta División del fútbol profesional.
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