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fernando romero
Domingo, 23 de mayo 2021, 01:18
Aterrizó en Urrixe hace tres temporadas sin más experiencia en los banquillos que su paso por el 'UDA', como es popularmente conocido el Aretxabaleta. Fue la apuesta de la nueva junta directiva del Amorebieta, que también se estrenaba en un club que por aquel entonces ... estaba en una situación tremendamente delicada en lo económico. El director deportivo, Asier Goiria, con quien compartió vestuario -«y algunas broncas»- en el Numancia, le eligió para coger las riendas del nuevo proyecto. Algo intuía. Iñigo Vélez de Mendizabal recogió el testigo y desde entonces no ha hecho más que crecer.
No contó, sin embargo, con un arranque sencillo en la que era su primera experiencia en Segunda B. Los resultados no acompañaron durante la primera vuelta del campeonato. A pesar de eso, no llegó a temer por su puesto, aunque siempre ha reconocido que lo más lógico en esa situación en cualquier otro club hubiera sido tener que hacer las maletas. El Amorebieta mantuvo su apuesta por él, y el tiempo le ha dado la razón. Esa temporada, con una segunda vuelta prácticamente de récord, logró dejar en octava posición a los azules.
El curso pasado le sirvió para asentarse y moldear a su equipo con una señas de identidad muy reconocibles. La sexta posición en la que estaba el Amorebieta cuando se interrumpió la competición por el Covid, a tiro de piedra de la zona de play-off, dejó una sensación agridulce en el vestuario. Se veían capaces de más. Y así lo han confirmado.
Porque si algo caracteriza a Vélez de Mendizabal es su tesón. Cierta dosis de cabezonería. El trabajo caracteriza a un entrenador que sabe sacar lo mejor de cada una de sus piezas. Les exprime, les azuza desde la banda, les exige al máximo. Pero siempre con mucha mano izquierda. Esa es otra de sus virtudes, la cercanía con sus pupilos. No en vano, a sus órdenes tiene jugadores con los que ha llegado a compartir terreno de juego, como Mikel Álvaro y Mikel Saizar, de 38 años. Vélez solo tiene uno más, 39.
También es muy directo. No le gusta andarse con rodeos ni miramientos. Cree que es mejor así, hablar con franqueza y a la cara, explicar las situaciones o las elecciones por uno u otro jugador en un momento dado. Ahí es donde más se le nota la clara influencia que recibió de José Luis Mendilibar, técnico de referencia para el gasteiztarra. Como jugador, estuvo a las órdenes de otros muchos entrenadores de esos que «forjan el carácter»: Joaquín Caparrós en su etapa en el Athletic, Lucas Alcaraz, Javier Clemente, Manix Mandiola… de todos ellos ha recogido algo. Pero fue el actual preparador del Eibar quien más le marcó, especialmente en su forma de preparar los partidos. Ejercicios cortos, mucha intensidad y comunicación continua para corregir, abroncar o animar.
Al técnico vitoriano del Amorebieta le gusta manejar plantillas cortas, en las que pueda hacer partícipes a todos sus jugadores. Y eso se traslada al terreno de juego. Con el 3-5-2 como esquema táctico inamovible, Iñigo Vélez ha hecho de su equipo un rival rocoso, incómodo para los rivales, en el que lo único innegociable es el trabajo. «El que no corre no juega», suele decir.
Solo piensa a corto plazo, en el rival más inmediato. Incluso esta temporada, en la que las cosas han ido sobre ruedas para los azules, no quería ni oír hablar de clasificación o play-off. Su planteamiento sobre el césped puede que no logre el fútbol más preciosista, pero es altamente efectivo. Con dos hombres en punta y acumulación de jugadores en la parcela ancha, pretende que el balón esté siempre lo más cerca de la portería rival. Durante esta temporada, el Amorebieta ha sido el equipo que más centros ha puesto al área.
Cuando toca defender, la presión es asfixiante. El adversario no debe pensar. El bloque trabaja de forma incansable, con tremenda coordinación. Si falla una de las piezas, falla todo el sistema. En estas tres temporadas, la evolución y el aprendizaje de Iñigo Vélez ha ido en progresión exponencial. Él lo admite. Es ahora mejor entrenador de lo que lo era cuando llegó. Y nadie duda de que seguirá creciendo.
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