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Saizar, que trabaja en la pastelería familiar, no puede reprimir la alegría por la victoria. esther benítez

Todos con bigote para celebrarlo

Los jugadores azules prometieron no afeitarse esa zona si lograban el ascenso a Segunda

Lunes, 24 de mayo 2021, 01:07

La palabra 'cuadrilla' en el fútbol encaja como un anillo al dedo en el Amorebieta. Todo el mundo se siente parte de un club en el que nadie queda excluido. Se apreciaba a en las afueras del Nuevo Vivero una hora después de acabar el ... partido. Es extrañísimo ver esta unión entre jugadores e hinchas. Los quinientos seguidores que se habían desplazado de Bizkaia cantaban en la puerta donde estaba el autobús del equipo cuando desde dentro del campo comenzaron a salir los héroes. La gran mayoría lo hicieron con la equipación con la que jugaron. Saltaron, botaron y celebraron codo con codo con sus hinchas. Todos iguales. Todos azules.

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Uno de ellos era el portero Mikel Saizar (Ibarra, 38 años). En un conjunto en el que el sentido grupal es clave, la histórica noche de Badajoz deja dos protagonistas, el goleador Iker Bilbao y Saizar, el portero pluriempleado que por las mañanas echa una mano a su madre en la pastelería familiar en Tolosa, por las tardes se ejercita en Urritxe y, luego, de paso a su casa, se detiene en Eibar para entrenar a las porteras del equipo de la Liga Ibredrola.

Saizar firmó una parada que ya está en la historia del club de Urritxe. En plena ofensiva final del Badajoz, Morgado cazó un balón aéreo que envió con un potente cabezazo hacia el poste derecho. Parecía imposible hacer nada. Se masticaba el gol local, el que les daría un empate que acabaría con el sueño del Amorebieta. Pero ante el pasmo de todos, Saizar voló hacia ese lado y sacó la pelota. «Con los años que tengo, algún reflejo me queda y lo he sacado en esa jugada», bromea ante este periódico mientras un aficionado tras otro se acercan a abrazarle. «Es de las paradas más importantes de mi vida».

La plantilla llegó a su hotel en torno a las dos de la madrugada. Tenían reservado un local para celebrar el enorme objetivo alcanzado. Lo hicieron en un ambiente de gran alegría, pero de forma comedida. Eso sí, se prolongó hasta altas horas de la madrugada. Pronto serán un equipo de bigotes. «Hemos hablado entre nosotros que si subíamos, nos lo dejábamos», revela el portero. Será su señal de victoria.

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Ocho horas de autobús esperaban a un equipo tan fatigado como feliz. «Se lo dedico a mi madre, a mis hijos y a mi padre, que habrá disfrutado desde el cielo», se emociona antes de acordarse de los dos jóvenes porteros a su sombra, Marino y Mikel Goiria.

Son de Segunda, pero hoy regresan a la rutina, aunque Saizar espera un detalle por parte de su madre, a la que echa una mano en la confitería. «Confío en que la ama me dará fiesta hasta el miércoles por lo menos».

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