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Según el portal especializado en el mercado futbolístico Transfermarkt, la plantilla del Sevilla cuesta 177 millones de euros. La del Alavés, en cambio, 71,3. Esta última es parecida a las del Almería, Granada o Cádiz (53,1, el valor más bajo de Primera). De ... acuerdo a esa estadística, el cuadro hispalense debería ser décimo en la liga. Pero dado su reciente historial, incluso ese puesto sería malo para el vigente campeón de la Europa League y que ha jugado la Champions las tres últimas temporadas. La realidad es que está un punto por debajo del Alavés y solo a uno del descenso. Con media temporada ya cumplida, las alarmas retumban en el Sánchez Pizjuán.
Ya el curso pasado fue complicado para la entidad hispalense. El equipo acabó en media tabla después de pasar buena parte del año en la zona baja y tuvo tres entrenadores. Pero con el último, la sorprendente llegada de José Luis Mendilibar, remontó el vuelo y ganó su enésima Europa League. Pasaporte al fútbol europeo que los números ligueros no le concedieron. El técnico vasco renovó, si bien su continuidad no estaba nada clara, pero fue cesado en octubre tras nueve jornadas. Llegó el uruguayo Diego Alonso, sin experiencia en Europa, «el entrenador ideal» a juicio del presidente del club, Pepe Castro. El resultado, despedido hace un mes sin haber ganado ni un partido liguero. La última bala, de momento, es Quique Sánchez Flores. El futuro, incierto.
En esa vorágine, el 4 de septiembre, se certificó el regreso a casa de Sergio Ramos. El central, que se marchó del club en 2005 rumbo al Real Madrid, volvía para aportar la esperada estabilidad. Era un movimiento del que se hablaba cada día, pero que nadie se terminaba de creer. «¿Que Ramos quiere venir al Sevilla? Y yo quiero un avión», replicó el mandatario del club a mediados de agosto. Lo cierto es que su vuelta era arriesgada por las pésimas relaciones cimentadas entre el fuerte carácter del defensa desde su marcha al club blanco con la parte más visceral de la grada del Nervión. Hubo tensión, pero la reconciliación era obligatoria. No podían permitirse otra crisis.
Ramos es titular y no resta al pobre juego del equipo, pero tampoco ha llevado al Sevilla el espaldarazo necesario. La tensión sigue siendo demasiado grande para que solo una persona cambie el rumbo. La última muestra, el encontronazo entre el defensor y un aficionado tras la derrota del equipo la pasada jornada ante el Athletic en casa. El espectador no se estaba dirigiendo a él, sino a la directiva, en términos muy negativos. Pero Ramos explotó: «Ten un poco de respeto, que estamos hablando. Ten un poco de respeto a la gente y al escudo. Respeta a la gente. Estamos hablando. Cállate ya, anda», le espetó en medio de la entrevista.
La crisis deportiva va acompañada de la marejada institucional. En 2019, los diversos grupos accionariales de la entidad sevillista acordaron que a finales de 2023 caducaría el mandato de Pepe Castro, en el poder de 2013. Entonces pasaría a la vicepresidencia y cedería el sillón a un representante de otro paquete accionarial. Así, el 31 de diciembre José María del Nido fue nombrado nuevo presidente. Del Nido. Pero no el Del Nido que fue máximo responsable del club durante once años, sino su hijo. Era lo acordado.
Pero el padre, que tras dejar la directiva llegó a pasar por la cárcel por corrupción, no estaba de acuerdo con ese pacto e incluso recurrió sin éxito a los tribunales para frenarlo. Quiso ser él el elegido. Sin premio. Tildó el nombramiento de su hijo como «el más ilegítimo de un presidente en la historia del club». En la junta de accionistas también hubo insultos. «Eres un mierda», llegó a espetar el progenitor. Ahí también se confirmó que el Sevilla encadena tres ejercicios con pérdidas económicas, los dos últimos sin ni siquiera haber aprobado sus cuentas.
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