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Cada año que pasa LaLiga busca una novedad para la liga, como si no introducir alguna fuese un claro síntoma de debilidad y falta de imaginación. Uno de los cambios este verano ha sido repartir la primera jornada a lo largo de cinco días, con ... dos partidos en cada uno de ellos. En los últimos años la repartían en cuatro, pero les debió parecer poco. Supongo que el motivo tiene que ver con las audiencias de televisión, pero tampoco puedo descartar que Tebas, siempre preocupado por los deseos y la salud de los hinchas, haya pensado que hay que dosificar todavía más el regreso de la competición tras el paréntesis del verano, como hay que dosificar la comida al hambriento para que, víctima de la ansiedad, no le siente mal ingerir de golpe demasiado alimento.
Las novedades anuales, por supuesto, también afectan al arbitraje, que nunca deja de renovar su escaparate de innovaciones. Lo cierto es que su afán por mejorar y estar a la última es inversamente proporcional a su acierto, pero aún así no ceja en el empeño. Esta temporada han presentado tres modificaciones, todas muy bien intencionadas, la verdad. La del fuera de juego semiautomático parece positiva. No se adivinan razones para imaginar lo contrario.
La de que los dos capitanes, como ocurre en el rugby, sean los únicos interlocutores de los árbitros, de manera que ningún otro jugador les pueda ir protestar, so pena de ser amonestado, puede considerarse una interesante inversión a largo plazo. Eso sí, requerirá de los árbitros no sólo dosis industriales de paciencia y laxitud sino una estricta equiparación de criterios. De lo contrario, si en esta cuestión nos encontramos con colegiados halcones y palomas, duros y blandos, el lío puede ser monumental. Se podrían dar casos de partidos que se suspenden porque un equipo se queda con seis jugadores cuando ya están jugando siete contra siete (es un decir), mientras que otros, con el mismo nivel de protestas, terminan once contra once.
Lo de la interpretación de las manos sospecho que continuará dando problemas y provocando polémicas. Vincular en todos los casos la voluntariedad con la posición antinatural del brazo o la mano es un error, un error concepto. No tiene sentido seguir considerando posición antinatural un brazo o una mano despegados del cuerpo cuando en muchas ocasiones, tanto en carreras como en saltos, lo realmente antinatural es tenerlos pegados. Eso sí, veamos la parte buena. Al menos con la nueva norma se evitará que se sancione cuando un balón toca en una mano que está apoyada o cuando ese toque se produce después de un toque anterior del mismo jugador.
Siendo estas las novedades, alguno se preguntará por qué no se introducen otras de verdadero calado que los aficionados reclaman sin éxito desde hace años: acabar con los horarios intempestivos para fomentar la asistencia a los campos, oxigenar el calendario de manera que los jugadores puedan dar más espectáculo, suprimir los malditos partidos de los lunes... Por no hablar de terminar con el cachondeo, ya institucionalizado, de tener el mercado de fichajes abierto hasta el 30 de agosto cuando la Liga comienza tres semanas antes, de forma que las plantillas están todavía en construcción y un mismo futbolista puede enfrentarse a un equipo en la primera jornada y en la segunda jugar con él.
¿Por qué nos prosperan estas novedades? La respuesta es fácil. La patronal del fútbol no llega ni a imaginar que las mejores novedades puedan venir del pasado, que el cambio necesario para mejorar la competición no esté siempre en lo nuevo sino que a veces puede estar en lo viejo, en unas tradiciones que han sido pulverizadas pero que el hincha no deja de añorar.
Por lo demás, en el tema deportivo el escenario está claro. Que el Real Madrid sea el favorito al título no es novedad. Sí lo es, en cambio, que su favoritismo sea tan absoluto. El Barça y el Atlético parecen condenados a repartirse el segundo y el tercer puesto. La batalla más interesante será la del cuarto puesto. Girona, Athletic, Real, Betis y Villarreal, que tiene la ventaja de no jugar en Europa, deben estar en esa riña. Del resto de los 12 equipos no se esperan mayores sorpresas. Lo cierto es que la clase media-baja de la Liga lleva tiempo sin levantar cabeza, por mucho que la gesta del Girona fuese tan llamativa y meritoria. Cada vez tienen menos pegada en el mercado esos clubes españoles, incluso algunos más potentes como el Sevilla, por ejemplo.
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