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La historia del Real Madrid tiene un punto negro recurrente: unos cuantos de sus mitos se han ido del club de una forma traumática, en ... pleno desencuentro con el presidente de turno. Ya le pasó a Alfredo Di Stéfano en 1964 cuando mandaba Santiago Bernabéu y les ha sucedido después, durante la era de Florentino Pérez, a Vicente del Bosque, Fernando Hierro, Raúl González, Iker Casillas, Cristiano Ronaldo, Zinedine Zidane y, ahora, Sergio Ramos. En esos nombres se resume buena parte de la mejor memoria del conjunto blanco. Todos escribieron párrafos en este relato de éxito y todos han salido, en cierto modo, por la puerta de atrás.
Hace tiempo que la mayoría de los equipos de élite funcionan como empresas. Incluso a los futbolistas y entrenadores millonarios les afectan las prejubilaciones forzosas. Eso le sucedió al más grande en 1964. Di Stéfano iba a cumplir 38 años. Era una leyenda viva. Intocable, parecía. Pero discutió, entre voces y descalificaciones, la táctica en la final de Copa de Europa planteada por Miguel Muñoz, técnico del Madrid (el título fue para el Inter de Milán). El astro argentino pagó aquel desencuentro. Bernabéu se alineó con Muñoz y ofreció a Di Stéfano un puesto en club, ya sin pantalón corto. No lo aceptó y se marchó cabreado al Espanyol, donde jugó dos temporadas más.
Salvo la pasión de los aficionados, eterna, todo es caduco en el fútbol. La presidencia de Florentino Pérez, hombre de empresa, es un ejemplo. No le ha temblado la mano para despedir o no renovar a las estrellas que ya consideraba amortizadas. En 2003, tras lograr el título de Liga, no amplió el contrato de Fernando Hierro, el capitán, que llevaba 14 años en el club. Tampoco quiso que continuara en el banquillo Vicente del Bosque, ganador de dos títulos de la Champions.
Guti y Raúl fueron los siguientes. El centrocampista se despidió en 2010 tras una solitaria rueda de prensa y el delantero lo hizo en el estadio Santiago Bernabéu pero con sólo una grada abierta -la directiva se vio obligada a permitir ese acceso por la presión de los aficionados-. Raúl, otro capitán tachado, tuvo que esperar tres años para que el club organizara su partido de homenaje. Mientras los trofeos lucen en la vitrinas, caen las estatuas.
Esa guillotina funcionó también con otro capitán, Iker Casillas, en 2015. Antes, Mourinho, entrenador del Madrid, le había colocado en la lista negra por ser, supuestamente, un 'topo' de la prensa. Una lesión le apartó de la titularidad, a la que llegó Diego López. La afición se dividió entre los partidarios del portero de Móstoles y los que apoyaban al técnico portugués. Y esa zanja siguió ya con Ancelotti en el banquillo. El cisma llegó incluso al vestuario y Casillas optó por irse al Oporto. Tampoco Cristiano Ronaldo, el gran goleador, se marchó a lo grande (2018). Fue, simplemente, una transacción económica con la Juventus y tras desavenencias irreconciliables en el estéril proceso de negociación para prolongar el contrato con el club blanco.
Hay más. Hace unas semanas anunció su adiós Zinedine Zidane, el gran entrenador de la era moderma del Madrid. Pese a sus triunfos, se marchó con una carta redactada con amargura: «Me voy porque el club no me da la confianza que necesito». Dardo contra Florentino Pérez. Ahora es Sergio Ramos el que se va entre lágrimas y rabia. El presidente retiró de la mesa la propuesta inicial de renovación. El sevillano es ya otro mito que desfila por la puerta de atrás del Bernabéu, destino final de tantos.
Su desencuentro con Muñoz, entrenador entonces, precipitó su salida del club en la temporada 1964
Pese a lograr el título de Liga, no fue renovado en 2003, al igual que Del Bosque
Tuvo que esperar tres años hasta que el club organizó su partido homenaje
Enfrentado a Mourincho, su figura dividió a la afición y al vestuario
Se ha ido porque no ha recibido del presidente la «confianza» que necesitaba
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