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p. ríos
Barcelona
Lunes, 14 de diciembre 2020, 18:41
Después de dos partidos lamentables en Cádiz (2-1) y ante la Juventus (0-3), el Barça tenía permiso para realizar un partido como el que jugó contra el Levante. Trabajado, con cambios tácticos, con momentos de la intensidad añorada, con poco brillo, ... pero dando la cara. Cuando se sale del pozo, se valoran más los pequeños avances. Y tras el gol de Messi, eso es lo que parecía que iba a quedar. Pero Ronald Koeman y sus jugadores lo estropearon todo con unos cinco últimos minutos impropios de un equipo grande que quiere hacer creer que acabará compitiendo por todos los títulos. Incapaz de dar tres pases seguidos y de utilizar la posesión para defender el 1-0, se encerró en el área ya con tres centrales tras la entrada de Umtiti por Griezmann, casi nada, y acabó pidiendo la hora a gritos, y nunca mejor dicho en un Camp Nou vacío. Sumó los tres puntos, sí, pero saber 24 horas después que el rival en octavos de final de la Liga de Campeones será el PSG de Neymar y Mbappé obliga a una evolución futbolística que ahora es ciencia ficción.
La Real Sociedad, mañana en el Camp Nou, volverá a poner a prueba el miedoso proyecto de Koeman, pero esta vez con un equipo que funciona como un reloj de forma colectiva. El técnico holandés, con un híbrido entre el 4-1-4-1 y el 4-3-3, comenzó a alejarse de su obsesivo 4-2-3-1, pero lo hizo de forma tímida, sólo durante la primera parte. Es cierto que el Barça creó ocasiones para ganar con claridad, pero no marcó y acabó sufriendo. Y para colmo, Koeman se enfadó con el periodista que le preguntó por esos últimos minutos de equipo pequeño colgado del larguero.
No está tranquilo el entrenador del Barça, a quien comienzan a atizarle desde varios frentes. Que dejara mal a Riqui Puig, niño bonito de la cantera azulgrana y arma arrojadiza del entorno más purista contra cualquier entrenador que no lo ponga (es decir, todos) en otra comparecencia no ayudó a calmar el ambiente. «Si no juega es por algo», señaló, dejando dudas en el aire. Y 'El País' se encargó de resolverlas al publicar que el entrenador le llamó «filtrador» delante de toda la plantilla durante la pretemporada porque un par de horas después de que le comentara en una conversación privada que no contaba con él ya corrió la noticia en los medios digitales y emisoras radiofónicas, una buena medida de presión mediática para frenar su marcha, como así ocurrió.
Messi, por lo menos, se reencontró con el gol tras otro montón de disparos. Bien sigue sin estar, pero volviendo a aquello de quedarse con los brotes verdes, se le vio mejor que hace un par de semanas, menos obsesionado con hacerlo todo él. Eso sí, su disgusto es evidente y hasta en la celebración de los goles parece salir de un tanatorio. Es el Barça actual.
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