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Que pase el siguiente. La cabeza de José Luis Mendilibar tampoco ha aguantado bajo la afilada guillotina del banquillo albiazul. Fulminado. Uno más. Éste apenas ha durado tres meses en el cargo. 97 días. Doce partidos. Con unos resultados que no han mejorado los de ... Javi Calleja y dejan al Deportivo Alavés al borde del abismo, colista a seis puntos de la permanencia con solo ocho jornadas por disputar. Nueve tuvo la temporada pasada el entrenador madrileño. Otro volantazo desesperado del club en busca de un nuevo milagro que ahora pretende encomendar a Julio Velázquez (Salamanca, 1981).
Es el elegido para el más difícil todavía. Un técnico joven, de apenas 40 años, que está sin equipo desde que en noviembre dejara el Marítimo portugués, plantel al que la temporada pasada sacó del descenso en las últimas doce jornadas del campeonato tras haberlo cogido en la última plaza, aunque en circunstancias numéricas más favorables de las que se encontraría ahora en Vitoria. Sin experiencia en la Primera División española, aunque en Segunda dirigió a equipos notables como el Betis, el Murcia o el Villarreal. Después tuvo experiencias en Portugal (Os Belenenses y Vitoria Setúbal) e Italia (Udinese).
El club ultima su incorporación, que pretende anunciar hoy mismo, y esta misma tarde se calzará las botas en Ibaia. Su primer test será el domingo en El Sadar ante Osasuna. Después, visita del Rayo a Mendizorroza (sábado 16) y desplazamiento clave a Mallorca (martes 19). Tres partidos en diez días para volver a creer. La enésima pirueta técnica para tratar de corregir un déficit gestado mucho antes. El pan nuestro de cada día en un club que se ha acostumbrado a caminar sobre el alambre parcheando sobre la marcha las carencias que su dubitativa ambición deportiva está generando en las últimas temporadas.
El desfile de entrenadores es más que elocuente: Asier Garitano, López Muñiz, Pablo Machín, Abelardo, Javi Calleja, Mendilibar y el que está por venir, presumiblemente Velázquez. Siete técnicos desde que el fútbol recuperara el pulso después de la pandemia, allá por junio de 2020. Uno cada tres meses. Y de perfiles variopintos. Poco tenía que ver la propuesta de Machín con la del Pitu; casi nada la de Calleja con Mendilibar. Síntoma inequívoco de inestabilidad. Demasiados proyectos guillotinados o remendados a salto de mata. Y un equipo que ha cambiado tanto de identidad que ya no sabe ni quién es. Pero si nadie da con la tecla será por algo. Porque esto no es nuevo. No es una sensación exclusiva del técnico de Zaldibar y la actual plantilla. No es una crisis coyuntural, sino estructural. El club lleva tiempo dando tumbos en la parcela futbolística y este nuevo giro no es sino la consecuencia de un declive que viene de atrás.
Sí que es cierto que el técnico vizcaíno ha sido incapaz de enderezar el rumbo de la errática nave albiazul, reforzada tras su llegada con más mimbres de los que tuvo su antecesor -Tenaglia, Escalante, Manu Vallejo y Jason-. Una victoria, cuatro empates y siete derrotas; 7 puntos de 36 posibles. Números de descenso irremediable. Y la sensación de que no ha llegado a hacerse con las riendas del equipo en ningún momento. Su Alavés no ha sido nunca un conjunto de Mendilibar. Ese sello que le sirvió durante varios años en el Eibar solo se ha visto a ratitos. Muy pocos. Un equipo inconstante e inconsistente, tembloroso en el área propia y estéril en la contraria.
Su aterrizaje en Mendizorroza ya fue raro. Estando sin estar cuando Calleja todavía dirigía los entrenamientos. El equipo estaba entonces en posiciones de descenso, pero en puntos de permanencia. Y todo ha seguido torciéndose desde el que fue un esperanzador estreno ante la Real Sociedad. Con aquella extraña sustitución de Joselu en el desplome del equipo en Elche (3-1), tardíos movimientos en el banquillo, una derrota estrepitosa en el Benito Villamarín, los dos puntos regalados a un Getafe en inferioridad, las pocas oportunidades a Manu Vallejo... Y la puñalada del Granada (2-3).
Mendilibar quedó señalado en esa derrota ante el conjunto nazarí. Puestos a tomar la decisión, aunque el entrenador no fuera el único culpable, ese parecía el momento, con un parón internacional que daría dos semanas al nuevo técnico, pero la directiva le concedió una última bala en el Wanda Metropolitano. Extraño ejercicio de paciencia en un club al que nunca le ha temblado la mano a la hora de pulsar el interruptor de la trituradora de entrenadores. Quizás por no quemar al relevo en tan exigente escenario. Y no lo hizo mal el Alavés en el feudo rojiblanco, donde tuvo algunos minutos para soñar, pero los números mandan.
El caso es que el calendario avanza a marchas forzadas en contra de un equipo que tiene que volver a resetearse. De la idea combinativa de Calleja a la presión adelantada de Mendilibar y, ahora, al estilo «propositivo» de Velázquez. Así lo definía el propio técnico salmantino en una entrevista en El Día de Valladolid hace dos años, cuando dirigía al Setúbal. Quiere equipos «que jueguen en campo contrario y tengan posesión bien interpretada». Otra cosa es que la plantilla le acompañe.
El club albiazul se despidió de José Luis Mendilibar a través del escueto comunicado de prensa con el que anunció la destitución del entrenador vizcaíno. «El deber del Deportivo Alavés es hacer todo lo posible para lograr el objetivo de la permanencia y, por lo tanto, toma esta decisión siempre difícil con la convicción de que la salvación es posible», apunta la entidad de Mendizorroza, que agradece «la dedicación» mostrada por el de Zaldibar. «A pesar del esfuerzo de técnico y plantilla, el resultado no ha sido el esperado, en los doce partidos que el entrenador vizcaíno ha dirigido al Deportivo Alavés solo se ha logrado una victoria y el equipo se encuentra ahora mismo a seis puntos de la salvación», reza la nota de prensa.
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