Toque de queda en Lisboa, convertida en un búnker

La elección de Lisboa como sede vino propiciada por el bajo índice de contagios en Portugal. Aun así, la ciudad ha tomado medidas para acoger a los ocho equipos clasificados. Las autoridades locales prevén la visita entre el 12 y el 23 de agosto, fecha de la final, de unos 16.000 aficionados extranjeros y sin acceso al campo porque los partidos son a puerta cerrada. Los locales comerciales cerrarán a las ocho de la tarde y los restaurantes a las once. Luego, al hotel o a casa. Sin celebraciones.

Los ocho equipos que pugnan por la Champions, al igual que los que pelean por la Europa League en Alemania, estarán bajo la lupa sanitaria de la UEFA. Vivirán con supervisión médica concentrados en el mismo hotel durante toda la fase. Antes de viajar, los miembros de cada club se serán sometidos a pruebas de detección del virus, que se repetirán durante el campeonato. Se evitará el contacto con personas ajenas a la expedición.

El personal de los hoteles o residencias será el mismo durante las dos semanas de duración del torneo, desde el personal de limpieza hasta los cocineros y camareros. Todos pasarán los tests anti-Covid. Serán examinados igual que los 80 componentes de la caravana de cada equipo. Al estadio sólo podrán acceder 55 personas por conjunto, incluidos los 23 jugadores.

En un comunicado difundido ayer, la UEFA quiso enviar su agradecimiento a todos «los trabajadores» que «han luchado contra la pandemia» y han hecho posible el regreso del fútbol. Por eso, los equipos participantes en la Champions y la Europa League portarán en sus camisetas la palabra 'Gracias'. Además, se guardará un minuto de silencio en cada partido por las víctimas del coronavirus y los capitanes portarán un lema contra el racismo.