El fútbol inglés invade el continente

Uno de los combustibles que más aceleran el fútbol es el dinero. Los derechos televisivos. Nadie ingresa tanto como la Premier. Con esos beneficios, la liga inglesa ha importado talento. Los mejores entrenadores del mundo dirigen a las grandes escuadras, que disponen de músculo financiero para fichar futbolistas de las cuatro esquinas del planeta. Además, a los técnicos se les suele dar tiempo para construir sus proyectos. Pep Guardiola es un buen ejemplo: va a disputar su primera final de Champions con el City en su quinta temporada.

A los equipos ingleses les costó hacerse con la vieja Copa de Europa, que nació en la campaña 1955-56, en plena era dorada del Real Madrid. Hasta 1968 no lograron el título con el Manchester United y tuvieron que esperar una década hasta el segundo triunfo, del Liverpool en 1977. Ahí comenzó su dominio: el Liverpool, el Nottingham Forest y el Aston Villa se repartieron los trofeos hasta 1982. En ese momento perdieron su hegemonía.

La revitalización empezó a fuego lento en 1992, cuando se creó el modelo actual de la Premier, una fórmula de negocio basada en la venta centralizada de los derechos televisivos. El fútbol se hizo de pago. Eso sí, sin retransmisiones los sábados a mediodía para que de esa forma se disputaran cuatro encuentros con las gradas a rebosar. El sistema funcionó. Comenzó a llover dinero sobre los clubes. Llegaron los inversores extranjeros. El City es de un jeque catarí; el Chelsea, del magnate ruso Roman Abramovich, y fondos estadounidenses mandan en el United, el Arsenal y el Liverpool. La Premier se convirtió en un gran negocio global.

Y supo repartir su riqueza mejor, por ejemplo, que la liga española. Eso aumentó el interés del campeonato, más igualado. La mitad del dinero de los derechos de televisión se distribuye a partes iguales entre los veinte conjuntos de la Premier. Otro cuarto se reparte por la posición al final de la liga. Y el cuarto que resta va en función de los partidos retransmitidos por televisión. El Liverpool fue el que más cobró en 2019, antes de la pandemia, con 167 millones, dos más que el City. El que menos, el Huddersfield, se embolsó 103,9 millones. Un año antes, sólo el Barça (143) y el Real Madrid (137) superaban al colista inglés. El Atlético, con 102 millones, ya estaba por debajo. El Athletic, por ejemplo, se quedó en 68. Y los más pobres de LaLiga, el Leganés y el Girona, en apenas 40.

Con ese maná, la Premier ha comprado talento extranjero y ha conquistado los torneos europeos. Jugadores como De Bruyne, Pépé, Havertz, Van Dijk y Pogba saltaron a la isla reclamados por entrenadores como Guardiola, Klopp, Mourinho y Pochettino. Desde 2012, el director general del City es el guipuzcoano y ex jugador del Barça Txiki Begiristain. Fichó a Guardiola y a Juanma Lillo. Y ha tenido paciencia.

Lo mismo le sucedió a Klopp en el Liverpool. En su primera temporada fue octavo en la liga, cayó en la Copa ante el West Ham y perdió la final de la Europa League con el Sevilla. En su cuarta temporada al mando, el técnico alemán ganó la Premier y, además, la Champions (2018-2019) en la final frente al Tottenham que ya anticipó el desembarco del imperio inglés sobre el fútbol continental confirmado ahora.

Aunque no todo son luces. La sobrepoblación de estrellas extranjeras eclipsa el crecimiento de la cantera británica. Jadon Sancho se marchó a la liga alemana con 17 años. Y algo más. La deuda. El Banco de Inglaterra ha tenido que salir al rescate con un préstamo del Arsenal (135 millones) y el Tottenham (197). Dinero público para pagar la fiesta.