Iñigo Agiriano
Viernes, 7 de julio 2023, 20:44
Soplan vientos de cambio en el PSG, como es habitual por estas fechas en un club que lleva una década en una revolución permanente, dando bandazos en su política de contrataciones, ya sean las del director deportivo, el entrenador o los jugadores. Largo y tendido ... se ha hablado sobre el cambio de paradigma en el apartado de fichajes, iniciado con las incorporaciones de Neymar y Mbappé en el verano de 2017. Al-Khelaïfi y sus directivos entendieron que la única forma de conseguir su ansiado sueño de ganar la Champions era juntar en su plantilla a las mejores estrellas del planeta, una estrategia que se ha demostrado errónea.
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Los cambios en el banquillo parisino han producido menos literatura que los fichajes de los grandes cracks, pero revisten un interés mayor porque explican bien las urgencias y angustias que han asolado a los directivos del PSG en esta década. Al-Khelaïfi y los suyos se han dejado llevar por las modas, contratando y despidiendo técnicos sin ninguna ruta definida, unos bruscos cambios de criterio que han costado más de 50 millones de euros en indemnizaciones al club francés. Todo comenzó en el verano de 2017. El PSG había disfrutado entonces de la etapa con menos sobresaltos desde la compra de Catar. Fueron tres temporadas completas a las órdenes de Laurent Blanc. Aquel equipo jugaba bien, fichaba con inteligencia y dominó Francia con mano de hierro, consiguiendo once de los doce títulos posibles. La Champions no llegaba, sin embargo, y Al-Khelaïfi decidió contratar a Unai Emery, que venía de ganar tres Europa League seguidas. El cambio era claro, un fútbol menos vistoso pero que fuera efectivo en torneos de eliminatorias, en las que el técnico de Hondarribia era experto. Después llegó Tuchel, el único que logró alcanzar una final de la Champions, pero fue despedido de forma insólita a mediados de la temporada 20-21. En su lugar llegó Pochettino, otro técnico con gusto por el juego asociado, pero tras dos campañas decepcionantes su puesto lo ocupó Galtier, en una nueva apuesta por un fútbol más defensivo, que permitiera sostener el peso de su tridente ofensivo, cuyo trabajo sin balón es prácticamente nulo.
El fichaje de Luis Enrique supone un regreso al fútbol de Blanc o Tuchel, un juego de posesión y dominio. Con las sempiternas dudas sobre el futuro de Mbappé sobrevolando, el asturiano debe confeccionar una plantilla a su gusto. Hasta el momento, los parisinos han cerrado tres incorporaciones de mucho nivel. Asensio llega gratis desde el Real Madrid, lo mismo que el eslovaco Skriniar desde el Inter, para sustituir a Sergio Ramos. Hasta el momento solo han pagado por Manuel Ugarte, un prometedor medio centro uruguayo por el que se peleaban varios de los grandes clubes europeos, y que llega desde el Sporting de Lisboa a cambio de 60 millones de euros. Lee Kang-In, una de las revelaciones de la liga española la temporada pasada, también parece próximo a firmar por el club parisino.
La duda de Neymar
Luis Enrique debe decidir también que hacer en el apartado de las salidas, pues hasta ocho jugadores, algunos de mucho nivel como Wijnaldum, Icardi y Paredes, han terminado sus respectivas cesiones para volver a ponerse bajo la disciplina del club parisino. Neymar es el gran interrogante; el brasileño brilló como nunca a las órdenes del asturiano, y tras la marcha de Messi y la posible salida de Mbappé debería ser el líder del proyecto, aunque desde el club se duda de su compromiso. En sus seis temporadas en Paris nunca ha superado los 22 partidos de liga, una cifra que habla sobre la propensión del brasileño a las lesiones y a su excesivo gusto por las actividades extradeportivas, aunque nadie duda de que a su mejor nivel sigue siendo uno de los mejores futbolistas del planeta.
El éxito del proyecto de Luis Enrique dependerá en gran medida de la paciencia de Al-Khelaïfi y del emir de Catar, una cualidad que no han mostrado en exceso en los doce años de gobierno en el club francés. El ejemplo del Manchester City debe resultar ilustrativo para ellos; la urgencia siempre es un mal compañero de viaje en el fútbol, lo que se necesita es un entrenador que se sienta respaldado, fichajes que vayan acordes a la idea del técnico y entender que la diferencia entre el éxito o el fracaso en una competición tan caprichosa como la Champions es muy delgada, que lo verdaderamente importante es ser candidato todos los años y pelear de tú a tú con los mejores. Si permiten a Luis Enrique desarrollar su idea el PSG puede ser de nuevo un equipo temible y no un conjunto que dependa de la inspiración de sus atacantes, como ha sido esta temporada.
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