En apenas cinco meses, el fútbol gallego ha perdido a sus tres grandes mitos. En febrero se fue Amancio Amaro, en mayo Arsenio Iglesias y este domingo, a sus 88 años, en su casa de Milán, el más grande de todos, Luis Suárez Miramontes. Hablamos ... de una figura del fútbol mundial, del primer jugador español que ha ganado el Balón de Oro -hasta que lo consiguió Alexia Putellas-, de un superclase que, tras debutar en el Deportivo, el equipo de su ciudad, forjó su leyenda en el Barcelona y, sobre todo, en el Inter. 'Luisito' fichó por los nerazzurri en 1961. Por entonces, como él mismo solía reconocer con su sorna gallega, al Internazionale «no le conocía ni el apuntador». Pues bien, a partir de su llegada, aquel equipo modelado por Helenio Herrera acabó ganando dos Copas de Europa, tres scudettos y dos veces la Copa Intercontinental.
Publicidad
Como suele ocurrir con los más grandes, quienes defienden con más vigor la categoría de Luis Suárez como futbolista, quienes nunca dejarán de mantenerlo en los altares, son sus propios compañeros, los que coincidieron con él en sus tres equipos o en la selección española, con la que ganó la Eurocopa en 1964. Uno de ellos fue José Ángel Iribar, que este domingo definió a su «gran amigo» Luis Suárez con dos palabras: «El mejor». «Lo tenía todo. Visión de juego, toque, mucho recorrido, elegancia... Era muy bonito de ver. Y tenía gol. Era un futbolista completo, al estilo de Di Stéfano», recuerda el Chopo, a quien el futbolista coruñés acogió con un cariño especial en la selección. «Era muy simpático, muy dicharachero, de contar muchas aventuras. Yo era más joven y me recibió de maravilla. Era el niño de sus ojos», evoca, con emoción.
Si Iribar definió este domingo en solo dos palabras a 'Luisito' - el mismo número, por cierto, que solía utilizar Di Stéfano, que le llamaba 'El arquitecto'-, este cronista puede atestiguar que Sandro Mazzola no necesitó ninguna. O al menos no pudo encontrarlas cuando le preguntó sobre él en la casa de Italia de Lisboa, durante la Eurocopa de 2004. «Luisito, ja, ja», repitió, riéndose, antes de abrir los brazos como pidiendo comprensión ante la imposibilidad de describir, de una forma escueta, algo demasiado grande e inabarcable, el concepto de Dios o del universo.
En una entrevista con la revista 'Panenka', el histórico delantero del 'Grande Inter' se extendió bastante más. «Su gran virtud fue que nos hizo comprender cómo se tenía que comportar un verdadero campeón. Era siempre el primero dando vueltas al campo y esprintando, por delante de todos. Especialmente para nosotros, los jóvenes, fue siempre un ejemplo a imitar. Lo disfruté un montón. Se cabreaba si no corrías. Tal vez no estábamos ganando, el partido estaba empatado a cero… Pero siempre me pedía que corriera a un lado o a otro. Jugaba detrás del punta, y escuchaba a Luisito gritarme a la espalda: '¡Ve a la izquierda, a la derecha!'. Él nunca se rendía, pero yo solo tenía dos pulmones. Suárez, en cambio, no desistía en ningún momento».
Publicidad
Un talento innato
La historia de este futbolista excepcional fue un caso sencillo de predestinación natural basada en un talento innato. Sus padres regentaban una carnicería en el barrio de Monte Alto, cerca de la Torre de Hércules, y el pequeño Luis no dejaba de jugar al fútbol por las campas de la zona y la playa de San Amaro. Su talento era formidable. Pronto comenzó a jugar en las categorías inferiores del Deportivo y, a los 18 años, debutó en el primer equipo de la mano del técnico donostiarra Carlos Iturraspe. Curiosamente, lo hizo en un partido contra el Barcelona, el 6 de diciembre de 1953, en el viejo estadio de Las Corts. Fue un día inolvidable para aquel joven debutante, aunque el marcador no fuese precisamente una invitación a la felicidad: 6-1 perdió aquel Deportivo en el que también jugó Arsenio.
Al Barça, a pesar de aquel paseo, no le pasó desapercibido el talento de Suárez y lo fichó esa misma temporada, con la Liga todavía en curso. Tuvo miedo a que el Real Madrid se lo arrebatara. El caso es que aquel joven, con sólo 17 partidos en Primera, acabó vestido de azulgrana. Fue una experiencia agridulce. Tardó un par de años en asentarse y ganó dos Ligas, dos Copas y dos Copas de Ferias, pero la afición culé se dividió entre 'kubalistas' y 'suaristas', con mucho más partidarios del primero, la gran leyenda del club.
Publicidad
Se va del campo con un corte de mangas
Así recordaba Luis Suárez aquella controversia que tendría un feo corolario cuando, ya como jugador del Inter, en un amistoso en el Camp Nou, cansado de los pitos y las rechiflas del público, decidió marcharse del campo dando un corte de mangas. «Me vieron como el niño bonito de Helenio y, ya que Helenio quitaba a Kubala fuera, lo pagaban conmigo en casa. Y como yo arriesgaba en jugadas difíciles, si la perdía la pitada era tremenda. ¡Pero si acertaba apenas me aplaudían! Luego yo iba por la calle y todo el que me veía me decía: 'Eh, que yo voy al campo, pero no soy de los que te pitan'. Y así uno, y otro, y otro... Ninguno me pitaba, pero dentro del campo se oía que no veas. Yo me preguntaba: ¿y si ninguno me pita, cómo es que suena tanto?».
Balón de Oro en 1960, el fichaje del futbolista coruñés batió todos los récords en su día: 25 millones de pesetas. Nadie discute, sin embargo, que fue una magnífica inversión para el Internazionale, que este domingo le despidió con un bonito vídeo y un emocionado 'Ciao Luisito'. Un año antes de que lo hiciera Joaquín Peiró, Suárez fue el primer futbolista español en emigrar al calcio. Gallego tenía que ser efectivamente; un gallego que, después de sesenta años en Italia, no había perdido en absoluto ni el acento de su tierra ni la retranca desarmante propia de sus paisanos. Verle utilizarla como una catapulta irónica hablando de la actualidad del fútbol ha sido siempre un placer.
Publicidad
Luis Suárez terminó su carrera como futbolista -627 partidos y 158 goles le contemplan en sus equipos y 32 y 13 goles con España- con tres temporadas en la Sampdoria antes de empezar a ejercer como entrenador en 1974. Ha sido la suya una carrera larga en los banquillos: varias veces al Inter, Sampdoria, SPAL de Ferrara, Como, Cagliari, Deportivo, categorías inferiores de la selección, la propia selección española entre 1988 y 1991, a la que clasificó para el Mundial de Italia, el Albacete... También trabajó como secretario técnico del Inter. Fue un buen entrenador, sin duda, alguien que podía enseñar muchas cosas, pero con él, como ha ocurrido con otros futbolistas legendarios, siempre quedó la sensación de que fuera del césped, sin el balón en sus pies, prisioneros en el área técnica, estaba fuera de su hábitat natural y ya no era un gigantes sino un simple mortal. Sea como fuere, lo que no se discute es que, desde este domingo, el fútbol está más vacío.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.