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Griezmann, un futbolista atrapado en un reloj

Griezmann, un futbolista atrapado en un reloj

Jueves, 15 de septiembre 2022, 22:47

En octubre de 2010, Antoine Griezmann marcó su primer gol en Primera División. Fue ante el Deportivo. Lo consiguió de cabeza, y tras anotar se fue a la curva de Anoeta, que todavía tenía pista de atletismo, y en la que habían colocado un coche como reclamo publicitario. Abrió la puerta y se metió en la plaza del conductor, con Xabi Prieto, el autor del pase, en el asiento de atrás. Fue la primera de una serie de celebraciones llamativas, convertidas en performances, que tal vez no merezcan el calificativo de artísticas, porque algunas de ellas rozan la horterada, como cuando festejó su primer gol con el Barcelona lanzando al aire un puñado de confeti que un empleado del club le guardaba en un cuenco.

De hecho, las performances no sólo las ejecuta en el césped, sino fuera de él. La primera fue casi un reality, cuando dos años después de la celebración de Anoeta, y en plena concentración de la selección francesa Sub 21, se unió a otros cuatro futbolistas y decidió salir de juerga en vísperas de un partido. La cosa, siendo grave, se convirtió en escándalo cuando se desveló, tras la eliminación francesa a cargo de Noruega, que la escapada no había sido cosa de salir del hotel de Le Havre, tomarse unas copas y regresar disimulando un poquito, sino que se fueron a la discoteca Crystal de París, que está a ¡200 kilómetros! de la ciudad portuaria en la que se concentraba la selección.

Recuerden también, claro, la película que se montó Griezmann, y no lo escribo en sentido figurado sino real, mano a mano con Gerard Piqué, convertido en productor cinematográfico, para desvelar si seguía en el Atlético de Madrid o fichaba por el Barça. Filmó dos desenlaces y al final difundió el primero, pero mosqueó a las dos aficiones, la del Atlético y la del Barcelona.

Habrá que destacar también la capacidad mimética del francés, a quien en sus tiempos de azulgrana, se le veía a menudo chupando del bote –el de mate–, a imitación de los jugadores sudamericanos de su equipo, convertido en una especie de Zelig futbolístico. Recuerden, el personaje de Woody Allen que se convertía en un espejo de su interlocutor. No hablemos, claro, de sus teñidos capilares. A Antoine se le ha visto el pelo de todos los colores. Literalmente. El último tintado es verde.

Pero si hay una gran virtud que atesora el delantero francés, aparte de las propiamente futbolísticas, que son enormes, es que todas esas distracciones extradeportivas no le despistan lo más mínimo de su trabajo. En medio de todo eso ha ganado un Mundial, una Eurocopa, una Europa League, una Supercopa de Europa y una Liga de las Naciones, aparte de una copa del Rey y una Supercopa. Ha jugado más de 700 partidos y suma 274 goles en todas las competiciones, algunos de esos al Athletic, contra el que se suele mostrar implacable. Profesionalmente, es intachable, en el campo no se distrae, aunque ahora esté atrapado dentro de un reloj. Sí, porque en otra de esas performances, que esta vez no se ha montado él, sino entre el Barcelona, el Atlético de Madrid y, se supone, los representantes del jugador, resulta que a pesar de que Simeone le tiene como uno de sus futbolistas más valiosos, sólo puede darle media hora de juego por partido, porque en otro caso, Griezmann superaría el límite de tiempo que pactaron, en una negociación surrealista, los dos clubes, y el Atlético tendría que pagar 40 millones de euros, una cantidad más que respetable.

Atrapado en el reloj, el técnico del Atlético opta por sacarle cada partido a partir del minuto 60, cuando los jugadores rivales están más cansados. Ponerle de inicio supondría tener que retirarlo a la media hora de juego. Y así estamos porque, no lo duden, esta es una forma más de adulterar la competición. Lo es, desde luego, que un entrenador no pueda alinear a un jugador inscrito en la Liga, por mucho que desee hacerlo, sin mediar sanción o lesión. Es uno de los absurdos a los que nos está abocando algo que cada vez es menos deporte y más negocio. ¿Qué será lo próximo que tengamos que ver?

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