Hubo un tiempo en el que Campeonato del Mundo de Fútbol lo disputaban 16 selecciones. En 1982 pasó a reunir 24 en España. En 1998, 32 combinados acudieron a Francia. Para el Mundial de 2026 se anuncian 48. Se ha pasado de una competición de ... élite con un selecto puñado de equipos a una especie de congreso abierto al mundo en el que parece más difícil quedar eliminado en las rondas previas que clasificarse.
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También hubo un tiempo en el que la Copa de Europa de Campeones era eso, una competición con los campeones de cada país, 16. Llegar a la final exigía superar tres eliminatorias, seis partidos. Luego vinieron la Copa de Ferias, la Recopa y la Copa de la UEFA para los clubes y la Eurocopa para las selecciones. Las competiciones nacionales tampoco eran más numerosas. Hasta 1987, 18 equipos en Primera División. Ahora son 20. Y además un Mundial de Clubes y una Liga de Naciones, por no hablar del formato y el pintoresco escenario de la Supercopa.
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Isaac Asenjo
Hubo un tiempo en el que el fútbol era un acontecimiento semanal que se disfrutaba los domingos, y algunos miércoles si tu equipo jugaba en Europa. Ahora, la cita semanal se ha convertido en una rutina diaria que deja en excepcionales las jornadas en las que no hay un balón en movimiento en alguna parte y, por lo tanto, en todos nuestros televisores.
La saturación fue afectando primero a amigos y parientes ajenos a la pasión por unos colores, que sufrían con más o menos resignación que sus allegados monopolizaran el mando o fueran al campo cada cuatro o cinco días y a unas horas cada vez más disparatadas. Como si el aficionado al fútbol fuera una especie diferenciada dentro del género humano capaz de aguantar sin rechistar precios, calendarios y horarios más cercanos al castigo que a la diversión.
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Pero han sido los clubes y los profesionales, es decir, los mayores beneficiarios en términos económicos, los que encabezan la rebelión ante el despropósito. Las élites futbolísticas se han dado cuenta de que el calendario gregoriano es insuficiente para albergar el calendario de fútbol. Si inventan más competiciones a este ritmo, llegará pronto el momento en el que los doce meses del año no podrán albergar tanto partido.
Los clubes europeos y el sindicato de futbolistas acusan a la FIFA, como si ellos no fueran cómplices necesarios. Es verdad que los dirigentes del fútbol mundial usan sus competiciones para ganar influencia y votos. Cuantos más torneos y más selecciones, mayor será el número de estómagos y bolsillos agradecidos. ¿Por qué conformarse con campeonatos con los mejores si se pueden añadir federaciones que asumen hacer de comparsas en interminables e insustanciales fases previas?
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Pero los clubes y las Ligas no se pueden poner de perfil cuando aceptan unas competiciones internacionales hinchadas artificialmente para evitar que esas élites, ahora tan preocupadas por las lesiones, no se vayan a organizar su propia competición. El fútbol se ha convertido en el epítome del capitalismo. El beneficio está por encima de cualquier consideración. Hasta el lenguaje ha evolucionado en la misma dirección. Se habla de estrellas y figuras, sí, pero justo al lado de su precio. Los equipos se califican por sus títulos, pero también por el valor económico de sus plantillas. Ahora importa más hacer un buen mercado de verano que una buena pretemporada.
El fútbol ha pasado de ser el deporte que apasionó a todo el mundo a convertirse en una cadena de montaje que debe funcionar constantemente para generar los ingresos que sostengan unos salarios inmorales a los que las élites, rebeladas ahora, tendrían que renunciar si para preservar su salud y los intereses de quienes les pagan, se restringen las competiciones, algo que parece bastante improbable.
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