Javier Clemente: las verdades como puños o el arte de incordiar
Alberto del Campo Tejedor
Viernes, 10 de septiembre 2021, 18:09
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Alberto del Campo Tejedor
Viernes, 10 de septiembre 2021, 18:09
Javier Clemente ha sido noticia estos días porque, en las Eliminatorias de África para el Mundial de 2022, la selección que dirige -Libia- lidera su grupo, tras dos jornadas, por delante de Egipto, donde juega Salah, la estrella del Liverpool. Con 71 años, el técnico ... vasco sigue dando guerra. Como la Euskal Selekzioa jugaba poco y no disputaba partidos oficiales, Clemente se aburría: le faltaba la adrenalina de «jugarse algo», aunque fuera modesto; añoraba «estar en el ajo», en contacto con la competición.
En el Siglo de Oro se decía que algunas personas son como las aceitunas: o te encantan o las aborreces. Mi hijo explicaría simplemente que Clemente es de los que «te tocan la moral». De él se ha dicho de todo: que, como entrenador, es «prehistórico» y que, como persona, tiene «malas pulgas» y es un «malhablado». Ciertamente, en un tiempo en que ya no solo los jugadores, sino también los entrenadores, miden cada palabra, Clemente parece anacrónico. En alguna ocasión, cuando le preguntaron por los nuevos métodos de entrenamiento, dijo que la cultura ha cambiado, que el dinero ha cambiado y que «la prensa es gilipollas».
Hoy, estas salidas de tono son censuradas. Prima la corrección. Y ello tiene, sin duda, una parte positiva: la educación y la tolerancia, ante todo. Cada época tiene su filosofía imperante o sus filosofías, es decir, ciertas ideologías que dictan cómo debemos encarar los problemas de siempre e imponen una manera de pensar, de obrar y de hablar. El relativismo cultural es una de las filosofías de nuestro tiempo. Heredero del perspectivismo, viene a decir que no hay verdades absolutas, que todo depende del punto de vista del observador en una determinada situación, en definitiva, que lo objetivo es una quimera, de ahí que debamos ser prudentes, «relativistas»: han de obviarse las aseveraciones rotundas, los juicios, y mucho menos se ha creer que «tu» verdad es «la» verdad.
Clemente, que es de esos tipos a los que las modas le traen al pairo, no ha cambiado en los últimos años. Para bien o para mal, según se mire, el de Barakaldo es un tipo reconocible. Como para él el Athletic es la medida de todas las cosas, cuando ganó la Copa de África en 2004 con Libia, explicó que el recibimiento fue de los de aúpa, con camión y autobús, más o menos «como uno de los del Athletic, pero sin gabarra». Al jugador que no triunfa en Lezama y va diciendo por ahí que no le ficharon porque es de fuera, le llama imbécil y le dice que si finalmente no le han cogido es «porque es muy malo». Claro que él asegura que en el Athletic no le quieren porque «si viene un directivo con una chorrada, le mando a tomar por culo». Clemente se mete en todos los charcos. Dispara a diestro y siniestro: Joao Félix es «un blandito», Quique Setién sabe de fútbol «lo justito» y Jesús Gil no tenía «ni puta idea».
Es un futbolero de otra época. Pero sigue entrenando y hablando en esta. Libia está el 122 en el ranking mundial, muy por debajo de Egipto, incluso de Gabón. Pero lo que le gusta a Clemente, como él mismo dice, son las «machadas», eso de que el pequeño se pueda merendar al grande si le echa valor, si le echa casta… Clemente lo expresa con otros términos y por eso le recriminan que es un testosterónico y un arcaico. Claro que a él le importa un bledo. Para Clemente, todo se reduce a simples fórmulas atemporales: «Al pan, pan; y al vino, vino» y a «mandar a la mierda a quien te jode». Reconoce que es «bruto» y que está «como una cabra», pero, por alguna razón, los futbolistas que ha entrenado hablan bien de él porque, como admite uno de ellos (Jorge Otero), «te dice las cosas a la cara». Y también a los directivos o a los periodistas. Cuando entrenaba al Español, aceptó la evidencia: «Somos una banda, pero organizada». A algunos les sentó mal.
Y es que Clemente tiene un humor de Barakaldo. Cuando el periodista le pregunta por el próximo partido, contesta tan pancho: «Mañana jugamos contra Gabón, que en euskera es buenas noches». Mi hijo diría que es un tipo «vacilón». Mi abuela aludiría a las lentejas: «Si quieres las comes y si no…».
Tengo su teléfono. Y en alguna ocasión he estado tentado de llamarle. Pero, como he escrito un libro sobre el relativismo cultural, temo que se me note y me mande a freír espárragos. Por no decirlo de otra manera.
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