Podían habernos ahorrado el ridículo

Para no tener que remontarnos demasiado atrás vayamos al pasado viernes, cuando el Consejo Superior de Deportes dictó una resolución por la cual autorizaba a la Liga a programar partidos los viernes y los lunes, en este último caso con varios condicionantes. No hace falta decir que Javier Tebas se puso a tocar las castañuelas. Esa decisión del CSD sorprendió a muchos. Y no porque el Gobierno no tuviera que pronunciarse sino porque, en apariencia, todas las partes implicadas estaban a la espera del fallo del Juzgado de lo Mercantil número 2 de Madrid.

La cosa, efectivamente, parecía en manos de su titular, el juez Andrés Sánchez Magro, un curioso personaje del que tuvimos las primeras noticias el pasado verano. Descubrimos entonces a un magistrado peculiar, con patillas de bandolero, amante del fútbol y de los toros, apasionado lector de los poetas del 27 y gran entendido en vinos. Esto último hasta el punto de llegar a conducir una sección de enología en un programa de televisión. Un perfil interesante y prometedor, sin duda, aunque incompleto. Nos faltaron por conocer sus niveles de ironía y aplomo, algo básico para lidiar entre Tebas y Rubiales. Y es que hablamos de dos personajes que merecerían para sus causas a Roy Bean, el juez de la horca, es decir, alguien con un conocimiento perfecto de las leyes porque las ha incumplido todas.

Sánchez Magro se pronunció el miércoles y volvió a prohibir los partidos en viernes y lunes. Esta vez, lógicamente, fue Luis Rubiales el que se arrancó con un zapateado y las castañuelas. En su sentencia, el magistrado emplazaba a ambas partes a negociar «de buena fe» un acuerdo. Lo de la buena fe me llegó al alma. Cómo no emocionarse ante ese toque de candidez en mitad de la guerra entre Rubiales y Tebas.

El presidente de la patronal sólo tardó unos minutos en poner a caldo a Sánchez Magro manifestando su «absoluta disconformidad» con su sentencia y calificándola de «inocua». Esto último lo justificó aludiendo a una sentencia anterior, del propio magistrado, en la que se consideraba una «atribución legal del CSD la resolución de los conflictos de competencias». Por todo ello, Javier Tebas mantenía la celebración de partidos el primer y el quinto día de la semana.

La piedra quedaba en el tejado del Consejo Superior de Deportes, que volvió a pronunciarse ayer. De visita a San Sebastián para asistir a la Vuelta Ciclista a España, la secretaria de Estado, Irene Lozano, dejó claro en una entrevista con este periódico que la potestad en este caso es del Gobierno y que, por tanto, habrá partidos los lunes y los viernes en las condiciones fijadas en la resolución del 16 de octubre. Bien. Pues vale. A la espera de los movimientos que haga la Federación, que no descarta acudir a los tribunales, es muy probable que este lío se haya solucionado al menos en lo que respecta a esta temporada. Posiblemente, hasta que acabe la pandemia, que es el argumento de peso que ha utilizado el CSD para atender la demanda de los clubes. Los equipos no tendrán que seguir expuestos a ese patético baile semanal de fechas y horarios, programaciones y contraprogramaciones de los partidos. La pregunta, por supuesto, cae por su propio peso, como un fardo de sentido común. ¿No podía haber actuado antes el Gobierno? ¿No podían habernos ahorrado este ridículo?