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El castillo de naipes que el Real Madrid había ido construyendo a base de resultados más que de juego desde la goleada del Barça en el primer clásico de la temporada en el Santiago Bernabéu se desmoronó de un plumazo con el reencuentro ante ... el conjunto azulgrana. Otra vez, al equipo de Carlo Ancelotti se le vieron las costuras frente a un rival de primer nivel, que de nuevo desnudó la fragilidad defensiva blanca, los problemas del conjunto de Chamartín para realizar una presión de cierta intensidad y el completo desequilibrio que ocasiona la acumulación de jugadores de ataque con una capacidad de trabajo inversamente proporcional a su caché ofensivo.
La manita del eterno rival en la final de la Supercopa de España no deja lugar a dudas respecto a las grietas del Madrid en la zaga y cuestiona a su entrenador, pese a todo el único capaz de aguantar en el cargo tras dos zarandeos del Barça merced a un currículum intachable. Las lesiones de Alaba, que arrastra desde la temporada pasada, Carvajal y Militao dejaron en cuadro una parcela defensiva que hasta ahora había hecho de la necesidad virtud en un ejercicio de supervivencia.
Lucas Vázquez y Tchouaméni, lateral derecho y central improvisados, sufrieron un auténtico calvario frente a los arreones ofensivos de un Barça instalado durante todo el partido en las cercanías del área madridista y que además contó con una autopista en el inicio de las jugada frente a la invisible presión del conjunto blanco.
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Daniel Panero
Especialmente flagrante resulta lo del francés, un teórico mediocentro por el que el Madrid desembolsó 80 millones de euros al Mónaco en 2022, sin que a lo largo de sus dos temporadas y media en Chamartín se haya consolidado en su posición natural. Su poderío físico hasta ahora le había avalado como central de urgencia, pero el clásico de Yeda echó por tierra cualquier garantía al respecto, dados los errores del galo en cuanto a posicionamiento y sentido táctico, propios de un futbolista muy poco adaptado al puesto.
«No quiero señalar a nadie. Cuando hablo de un equipo hablo de todos. El equipo no estaba compacto. Tenemos que volver a defender mejor», valoró Ancelotti tras ser preguntado por la actuación de Tchouaméni y Lucas Vázquez, extendiendo el problema defensivo a todo el equipo y fiel a su estilo, evitando señalar a jugadores concretos. «Hemos defendido mal y eso nos ha perjudicado. Eso ha hecho que nos marquen goles de manera sencilla. No hemos defendido bien en campo contrario y tampoco en el bloque bajo», amplió su análisis, consciente de que se trata de un problema colectivo, que viene padeciendo su equipo durante toda la temporada pero que lógicamente se agrava en los partidos de la mayor exigencia.
Y es que no solo en la zaga reside el problema del Madrid, que paga también la falta de implicación defensiva de hasta tres atacantes, Vinicius, Mbappé y Rodrygo. Sin la necesaria labor de presión ante la salida de balón del rival, el equipo blanco obliga a sus dos centrocampistas puros, que en la final de la Supercopa fueron los más sacrificados Valverde y Camavinga, a un trabajo ímprobo para apagar fuegos generados ante la negligencia de la línea más adelantada. Bellingham, que sí aporta una dosis de esfuerzo superior, se vio desbordado en el clásico de Yeda por una condición física que distaba de ser óptima después de sufrir algunos problemas musculares tras la semifinal contra el Mallorca.
La enorme distancia entre las líneas, con un equipo partido y sin equilibrio alguno para cortocircuitar la circulación adversaria de forma conjunta, permitieron campar a sus anchas a futbolistas azulgranas como Casadó, un auténtico director de orquesta con una jerarquía impropia de su edad, Pedri, al nivel más alto desde su llegada al Barça, y Gavi, recuperado para la causa junto a su capacidad para contagiar de energía al resto del equipo. Así, el conjunto de Hansi Flick volvió a adueñarse por completo del duelo desde el control del centro del campo y la posesión, que el Madrid no pudo equilibrar ni siquiera tras media hora con un futbolista más por la expulsión del polaco Szczesny.
La apuesta por el bloque bajo y el repliegue a la espera de desplegar su exuberancia ofensiva a la contra le salió rana a Ancelotti, que a pesar de que entrase dentro de lo previsible perder la batalla por el control de la pelota ante un Barça más dado a asumirlo, no fue capaz ni de amenazar con espacios ni de proteger su propia portería. «Hemos buscado mucho los balones largos, pero no era la idea. El balón largo podía ser una opción, pero la idea era jugar y no hemos jugado. Les he dicho que se pueden perder los partidos, pero no como han jugado en la primera parte», señaló en este sentido el italiano.
La peor noticia para el Madrid es que el sonado resbalón bajo estos parámetros no es ya un hecho aislado, sino un tropiezo recurrente en los grandes partidos de la temporada. Naufragó en los dos clásicos, pero también en la visita en Anfield al Liverpool (2-0), el equipo más en forma de Europa, que no dio opción a los blancos. En la Champions también se estrelló ante el Milan en el Bernabéu, en un auténtico desbarajuste táctico, y perdió contra el Lille en Francia, mientras que en Liga fue superado por el Athletic en San Mamés.
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