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iñigo a. benéitez
Domingo, 1 de mayo 2022, 23:45
La historia del Deportivo Maldonado no es precisamente la de un club ejemplar. Y quizás sea mejor así para variar. En ocasiones resulta cansado escuchar siempre las mismas historias, las de clubes caídos en desgracia que, de repente, encuentran el buen camino. La historia de ... este modesto club uruguayo, por el contrario, tiene más que ver con la astucia y el sentido de la oportunidad de unos empresarios que entendieron que el fútbol puede ser un negocio muy rentable si se gestiona como una empresa y se saben aprovechar sus lagunas fiscales.
Maldonado es una ciudad costera de 86.000 habitantes, a poco más de 100 kilómetros de Montevideo. Su club de fútbol fue conocido en España a raíz del fichaje de Gerónimo Rulli por parte de la Real en 2014. El portero llegó a San Sebastián sin haber disputado un solo minuto con ese equipo. ¿Cómo era posible? La razón es que Estudiantes, el club argentino en el que jugaba Rulli, había vendido sus derechos al club charrúa, que ejerció como equipo puente o tapadera en el salto a Europa del ahora cancerbero del Villarreal.
Lo que en España se vio entonces con extrañeza era una práctica habitual del Deportivo Maldonado desde que, en 2009, se convirtió en la primera sociedad anónima del fútbol uruguayo tras ser adquirida por el empresario británico Malcom Caine. Desde su llegada, Caine tuvo muy claras sus prioridades: saldar deudas y hacer negocio. Y lo cierto es que se daban condiciones para ello. A raíz de la crisis de 2008, aumentó de una forma espectacular la cantidad de fondos de inversión que compraban un porcentaje de los derechos de un jugador y posteriormente se llevaban un porcentaje por su posible traspaso. La FIFA trató de limitar el poder de estos fondos y que las negociaciones fueran siempre entre club, agente y jugadores.
Ante esta coyuntura, la estrategia de Caine en Maldonado fue la de disponer de una plataforma con la que podía actuar de la misma forma que un fondo de inversión, pero amparado por las normas de la FIFA al tratarse de un club. Los ingleses eligieron Uruguay ya que su liga está en la cuarta categoría que marca el máximo organismo del fútbol mundial y, por tanto, el porcentaje de impuestos a pagar es hasta un 40% más bajo de lo que sería, por ejemplo, en España. La operación es bien sencilla. El Deportivo Maldonado compra al jugador a otro club sudamericano, negocia una buena cantidad con un club europeo y lo vende. Y los dos ganan. El club puente se lleva un porcentaje y el otro, el club de origen, se asegura ganar más dinero que si hiciera la transacción por su cuenta. Jugadores como Alex, Sandro, Marcelo Estigarribia, Jonathan Calleri o Willian José llegaron de esta forma al viejo continente.
El negocio es tanto redondo que el Deportivo Maldonado puede presumir de ser un club saneado (no debe un solo euro a nadie desde el 2011) y con una columna vertebral sólida y asentada. Tanto el gerente deportivo, como el coordinador de la cantera y el entrenador del primer equipo llevan doce años en sus puestos. El dinero obtenido en traspasos como el de Rulli ha permitido además construir un equipo competitivo. A falta de cinco partidos, es líder por delante del Boston River y Liverpool y muy por encima de Peñarol y Nacional. Tras años en segunda, puede ganar el Apertura y participar en la final a tres que decidirá el campeón uruguayo. Sería un hecho histórico para un club que ha encontrado una peculiar fórmula del éxito.
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